DIDASKALOS

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viernes, 26 de septiembre de 2014

Sagapó


Esta colección de relatos, publicada en Italia a principios de los años 50, ha sido otra de mis lecturas veraniegas. Acantilado la editó hace ya dos años en español con traducción de Juan Díaz de Atauri. Su autor, Renzo Biasion, fue un pintor italiano nacido en Treviso en 1914 y fallecido en Florencia en 1996. Durante la Segunda Guerra Mundial fue llamado a filas y participó en la campaña de Grecia. Estuvo destinado en el Peloponeso, Creta y Rodas. Tras la caída de Mussolini y la firma del armisticio del 8 de septiembre de 1943 entre Italia y los aliados, su división fue deportada a Alemania, donde Biasion pasó dos años como prisionero. Fue allí, en las prisiones alemanas, privado de los materiales necesarios para pintar, donde el autor empezó a escribir. Después de la aparición en 1953 de Sagapó regresó su oficio de pintor y no volvió a hacer incursiones serias en la literatura.

Renzo Biasion
Los trece relatos que componen Sagapó están ambientados en Grecia durante la guerra. Unos cuantos se desarrollan en Creta, otro en Atenas y la mayoría en islas, ciudades o lugares indefinidos. Algunos son muy breves, como El velero, que ocupa apenas cuatro páginas, otros más extensos, como Sagapó, el que da título al libro. El autor recurre en ocasiones a la primera persona, para presentarnos las historias desde una perspectiva más cercana, mientras que en otros relatos prefiere el distanciamiento de la tercera persona. Sorprende la riqueza de recursos y voces narrativas en un autor que se acerca casi por primera y única vez a la literatura. Curiosamente el verdadero oficio de Biasion, el de pintor, parece influir en su estilo como escritor. Sus relatos están plagados de descripciones casi pictóricas del paisaje, en las que abundan las pinceladas de color, como en este fragmento de De profundis:
El mar, más tranquilo que de costumbre, se puso de un color gris violeta, con miríadas de espumillas aflorando en la superficie, trémulas, prontas a desaparecer, para reaparecer de súbito un poco más allá. Un continuo precipitarse de breves olas convertían el arco de la bahía en una inmensa caldera en ebullición. El cielo, que durante todo el día había mantenido su habitual tono descolorido, al caer la noche se tiñó de rojo hacia poniente y de un intenso color violeta hacia oriente, reflejo del mar. Y en cuanto el sol rozó la superficie del agua, todo el arco de la costa, el peñasco, el cielo, las montañas, el pueblo de la colina, los ralos algarrobos desperdigados por el espolón del monte, se volvió de un rojo azufrado uniforme que teñía todas las cosas transformándolas, violentándolas casi en su verdadera naturaleza, para hacerlas inmateriales y fantásticas como las que ilustran los sueños.
La Acrópolis vista por Renzo Biasion

Los protagonistas de los relatos de Biasion son los soldados y oficiales italianos destinados en Grecia y la población local: campesinos, pescadores, prostitutas... Todos ellos inmersos en la terrible sinrazón de la guerra. A pesar de ello, lejos de la patria y del hogar o en medio de la adversidad y la miseria, siempre hay lugar para que se abra paso la vida, el amor, la amistad. En los períodos de inactividad se produce una especie de mágico paréntesis en el que los italianos se integran en la vida de la comunidad y llegan a olvidarse de la guerra, como declara el narrador del relato que lleva por título Katina:
En aquellos días, si alguien hubiera podido decir con fundamento "tengo el poder de detener el tiempo", creo que todo el pelotón, incluido el brigada Lo Guercio, que tenía mujer e hijos en su pueblo, le hubiera pedido que lo hiciera. No para toda la vida, ciertamente, pero sí para un añito o dos. Un abandono un tanto indolente, que hacía años que no experimentábamos, la sensación de haber recuperado hasta cierto punto costumbres y placeres olvidados, nos ataban a aquel extraño lugar. Nos habíamos acostumbrado al duro paisaje que, no obstante, ocultaba en sus repliegues dulzuras recónditas; a la población buena y servicial, con la que formábamos una gran familia unida en el odio a los alemanes. Cada vez nos sentíamos más distanciados, más lejos de la vida militar y de la guerra. Los mismos uniformes apenas conservaban un vago recuerdo de haber pasado revista de comandantes y coroneles.
Dibujo de Renzo Biasion

Pero se engañaría el que piense que se trata de historias amables. Por lo general suelen tener un final trágico, en el que la muerte y la guerra acaban imponiendo su crudeza. Así, en relatos como De profundis se reproduce hasta el último detalle todo el dramatismo del combate. En otros, las aventuras amorosas acaban en desgracia, el paseo de un soldado termina en un campo minado, o un permiso de fin de semana se ve truncado por un bombardeo. Sin embargo, a pesar del regusto amargo de la mayoría de las historias, siempre aflora la íntima confianza del autor en la bondad del género humano.

Soldados italianos en el pueblo de Arajova
El libro de Biasion sirvió de inspiración para el guión de la película Mediterráneo de Gabriele Salvatores, que obtuvo notable éxito y ganó en 1991 el Óscar a la mejor película de habla no inglesa. No obstante, tan sólo algunos personajes y elementos de la trama recuerdan remotamente a los de Sagapó. La película comparte con el libro poco más que el marco. Ambos hablan, en efecto, de las vicisitudes de los soldados italianos durante la invasión de Grecia, pero difieren esencialmente en el tono. Mediterráneo está planteada en clave de comedia, muy alejada, por tanto, del enfoque del libro que acabamos de comentar.


domingo, 14 de septiembre de 2014

La Ilíada y la Odisea en el Centro Dramático Nacional

 

El teatro Valle-Inclán del Centro Dramático Nacional, situado en la madrileña plaza de Lavapiés, acoge este otoño dos adaptaciones teatrales de las inmortales obras de Homero. Se trata de dos montajes muy diferentes, pero que demuestran la vigencia y el interés que siguen despertando la Ilíada y la Odisea en pleno siglo XXI. 


Ulises es un espectáculo de títeres destinado a un público familiar, que pone en escena las aventuras del legendario rey de Ítaca. Es una producción de la compañía valenciana Bambalina y llega a la sala Francisco Nieva del teatro Valle-Inclán este próximo fin de semana.


Muy diferente es la versión de la Ilíada, que llegará a Madrid un mes después, del 17 al 19 de octubre. Su director, el griego Stathis Livathinós, se ha propuesto trasladar al lenguaje escénico los 24 cantos del poema homérico con un equipo de 15 actores. El resultado es una adaptación contemporánea de casi cuatro horas de duración que ha pasado ya por los festivales de Atenas, Epidauro y Mérida. La representación tendrá lugar en griego con sobretítulos en castellano.



lunes, 8 de septiembre de 2014

"Drink Time!", una semblanza de Patrick Leigh Fermor.


 Otra de mis lecturas de verano ha sido este pequeño libro, publicado por la editorial Acantilado. Su autora, Dolores Payás, ha traducido al español en los últimos años algunas obras del célebre viajero y escritor británico afincado en Grecia, Patrick Leigh Fermor (1915-2011). Tuvo ocasión de conocerlo personalmente poco antes de su muerte y visitar su casa de Kardamili, en el Peloponeso, en varias ocasiones. La fascinante personalidad de Leigh Fermor cautivó a la autora, como confiesa en las primeras líneas del libro:
Hay personas que aun sin buscarlo o quererlo adquieren una extraordinaria importancia en la vida de los demás. Son hombres o mujeres que convocan mundos y crean paisajes, ventilan horizontes, desvían trayectorias biográficas.
La relación con estas personas raras veces es equilibrada, pero eso no supone un agravio para ninguna de las partes. Quien tiene la suerte de haber entrado en su órbita sabe que resulta imposible corresponder de modo equitativo. Ellos o ellas son tesoros andantes. Figuras de las que emana una riqueza que va más allá del carisma normal. O de la influencia que cualquier artista pueda ejercer en su entorno.
Patrick Leigh Fermor era una de estas personas.
Dolores Payás
  El libro es un sentido y sincero homenaje al autor inglés. Dolores Payás evoca los momentos pasados junto a él y recrea el clima tan especial que se respiraba en su casa de Kardamili. A pesar de su avanzada edad, Leigh Fermor seguía dispensando una afectuosa hospitalidad a sus invitados y disfrutaba conversando apasionadamente de literatura en la sobremesa o durante el ritual del Drink Time!, que se cumplía con rigurosa puntualidad dos veces al día: a la una y media y a las ocho menos cuarto.

Leigh Fermor en el jardín de su casa

A lo largo de los capítulos Dolores Payás va desgranando diversos aspectos de la personalidad de Leigh Fermor: su pasión por los libros, su concepto de la amistad, la nobleza y la valentía, su dignidad ante la vejez y la enfermedad... Conocemos también a la entrañable Elpida, que se ocupa desde hace años del cuidado de la casa y mantiene una singular relación con su propietario. Un elemento esencial del libro es la propia casa, con su magnífico emplazamiento y sus acogedores espacios -a pesar del deterioro de algunos muebles-, donde se acumulan los recuerdos de toda una vida y se proyecta de forma especial el carácter del escritor inglés. La mayoría de los capítulos tienen su título en griego, pero hay que lamentar cierto descuido en la transcripción y acentuación de los términos griegos.



Imágenes de la casa de Leigh Fermor en Kardamili

Leigh Fermor falleció en Inglaterra en junio de 2011, a los pocos meses de que la autora lo visitara por última vez en Grecia. El libro se cierra con el recuerdo del emotivo funeral londinense y con un breve apunte biográfico. Después de la lectura de esta semblanza se confirma la impresión de que de Leigh Fermor fue hasta sus últimos días un hombre irrepetible, cuya mayor virtud fue su amor apasionado por la vida.
Daba la impresión de que se tragaba la vida sin remilgos. Lo bueno y lo menos bueno se aceptaban como parte del mismo paquete. Seguramente por eso su existencia fue tan exitosa. No hablamos de logros literarios, dinero o fama, sino de un talento personal que le permitía un encaje armónico con el mundo. Consiguió algo extraordinario y precioso: vivir su vida tal y como la había soñado en sus fantasías juveniles. Tuvo la inteligencia, la astucia y la habilidad de saber construir su sueño y luego vivir en él. Y no sólo eso, sino que se las compuso para mantenerlo en vigor hasta el final de sus días.
Tumba de Patrick Leigh Fermor en Dumbleton
 En los últimos tiempos algunas editoriales españolas han renovado el interés por la vida y obra de Leigh Fermor. En la misma editorial Acantilado han aparecido dos libros de viajes por Grecia del autor inglés, Mani y Rumeli, de los que ya hablamos en su día en ΔΙΔΑΣΚΑΛΟΣ. Recientemente se ha publicado también Mal encuentro a la luz de la luna de W. Stanley Moss, donde se narra el secuestro en Creta, durante la Segunda Guerra Mundial del general alemán Kreipe, en el que participó activamente Leigh Fermor.




Por su parte, la editorial RBA reeditó hace unos años en un sólo volumen El tiempo de los regalos y Entre los bosques y el agua, donde Leigh Fermor rememoraba parte de su legendario viaje a pie, emprendido en 1933 cuando contaba tan sólo con dieciocho años, que le llevaría desde Holanda hasta Constantinopla. Antes del verano ha salido a la luz en la misma editorial El último tramo, la tercera entrega del viaje, en la que trabajó Leigh Fermor hasta sus últimos días, pero que no tuvo tiempo de terminar. También en RBA apareció el año pasado una extensa biografía del autor firmada por Artemis Cooper.





Otra editorial más modesta, Elba, se ha interesado también por la obra de Leigh Fermor y ha publicado tres de sus libros: Un tiempo para callar, donde recuerda sus estancia en varios monasterios franceses y en los monasterios abandonados de Capadocia, El árbol del viajero, relato de su viaje por las Antillas, y Tres cartas desde los Andes, la crónica de otro viaje del autor por tierras peruanas.



Para terminar recordamos que hace ya tiempo Tusquets, en su colección Andanzas, publicó una novela del autor inglés ambientada en las Antillas, Los violines de Saint-Jacques.


martes, 2 de septiembre de 2014

La sotana en llamas

Este verano he leído La sotana en llamas (Tο φλογισμένο ράσο), un relato autobiográfico del escritor griego Platón Rodocanakis, publicado en español por ediciones El Nadir con traducción de Laura Salas.


Platón Rodocanakis nació en Esmirna en 1883 en el seno de una familia acomodada, oriunda de la isla de Quíos. Fue un niño muy sensible y enfermizo, por lo que sus padres decidieron trasladarse a vivir al campo para fortalecer su salud. Su espíritu contemplativo y cierta exaltación religiosa le animaron a ingresar en un monasterio, pero la vida monástica no colmaría sus espectativas y decidió volver al mundo secular. Posteriormente se trasladó a Atenas para dedicarse al periodismo y la literatura. Murió de tuberculosis en 1919, cuando contaba con 36 años de edad.

Rodocanakis fue uno de los principales representantes en Grecia del modernismo y la corriente esteticista. Sin embargo, su obra ha tenido escasa difusión y apenas ha sido traducida, quizás por estar escrita en cazarévusa, la variante cultista y arcaizante de la lengua griega moderna. En su producción destaca el poemario De profundis, que toma el título de una obra de Oscar Wilde, uno de los autores más admirados por Rodocanakis.


Platón Rodocanakis

La sotana en llamas es una breve novela que recrea la infancia de Rodocanakis y su estancia en la escuela de teología de la isla de Jalki, cerca de Constantinopla. Está escrita en una luminosa prosa poética, llena de imágenes que fluyen torrencialmente para evocar la naturaleza y los sentimientos del autor. El carácter melancólico de Rodocanakis y su pasión por la lectura se manifiestan ya desde las primeras páginas:
Yo leía libros, pero no los de la escuela, porque me parecían tontos y sin emoción. De este modo, poco a poco, las ánforas que cada persona reúne y guarda en el laberinto de su conocimiento, se llenaban, no de las materias comunes, sino de los perfumes más difíciles de encontrar, aquellos cuya composición tiene tanta fuerza que atraviesa los alabastros y el nardo se derrama, como si lo ahogara la prisa de extenderse en las piernas de algún mesías desconocido que pasara. Por eso mi rostro se tiñó con los colores del miedo, que el viento del norte agita en la llanura en otoño, por eso mis días caían amarillentos con rumor de plañido, y un hacha enemiga resollaba fúnebre en las profundidades de mi pecho.
Escuela de teología de Jalki (Χάλκη)

El viaje a Constantinopla para iniciar su vida religiosa pone al autor en contacto con una ciudad cargada de historia, en la que evoca las glorias del pasado bizantino. Tras la euforia inicial el protagonista se irá incorporando, no sin dificultades, al estudio y la actividad monástica. Su espíritu inquieto y soñador le lleva a cuestionarse diversos aspectos de la religión cristiana y a compararlos con la antigüedad clásica, que se muestra más brillante y elevada. Finalmente, al ver las aves que emigran hacia el sur, su alma anhela seguirlas y escapar para subirse, como Apolo, al carro de la libertad intelectual: 
Poco a poco, un crepúsculo plomizo, vi cómo el Mar Negro empujaba a bandadas enteras de patos salvajes de cabeza esmeralda. Como una secreta procesión se dirigían hacia el Helesponto, barquitas esparcidas por el aire, cada una con un alma de pájaro por timonel; barquitas que, con rítmico sobresalto, movían sus remos y se iban.
Y sentía, desde las raíces más profundas en las que se asienta mi yo, que algo subía con pesadez y seguía a los patos, como para escaparse de algún implacable invierno que la Moira había nublado sobre él.

Aunque la acción a lo largo de la novela sea mínima, Rodocanakis sabe crear desde las primeras líneas una atmósfera muy especial, que arrastra al lector con su prosa de períodos largos e imágenes poderosas. Hay que felicitar a la editorial El Nadir por poner a disposición del público español esta obra, alejada quizás de los temas y gustos más en boga, pero de indudables méritos literarios.