Otra de mis lecturas de verano ha sido
Nostalgia de Odiseo, un libro de poemas de Nuria Barrios (Madrid 1962) publicado por la
Fundación José Manuel Lara en su colección de poesía
Vandalia.
En este libro la autora se mete en la piel y en la mente de Penélope, la esposa de Odiseo, personaje en torno al cual giran todos los poemas. Conocemos bien la historia de Odiseo, sus viajes y aventuras. Durante veinte años el héroe no descansa, luchando ante los muros de Troya, enfrentándose a monstruos y tempestades, o gozando del amor de diosas. Y mientras tanto en Ítaca Penélope permanece encerrada en casa, intentando mantener vivo el recuerdo y la esperanza. El poema que abre el libro resume en cifras la existencia de Penélope: 2 años de amor, 20 años de espera. La mitad de su vida la ha pasado esperando, su juventud se ha marchitado ante el telar, que se convierte en símbolo de una vida que se teje y se desteje, un tejido que es sudario y es traje de novia.
Nuria Barrios pretende ofrecernos un contrapunto a la Odisea, presentar la historia desde el otro lado, desde la perspectiva de Penélope. ¡Escucha, Homero! es el desafío que se formula al principio de la obra. La mayoría de los poemas están escritos en tercera persona, pero en diez de ellos, que llevan el subtítulo Textus (recordamos que textus significa tejido en latín), es la propia Penélope quien, en una especie de monólogo interior poético, nos da cuenta de sus cavilaciones.
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Penélope y los pretendientes (1912). John William Waterhouse. |
Como muestra del tono y el estilo de la obra ofrecemos algunos poemas. El primero, muy breve, titulado El recuerdo:
A medida que teje
se desteje
en su cabeza
el recuerdo de Odiseo
En Eco reaparece el motivo del telar, cuyos ruidos se acompasan con las obsesiones y recuerdos de Penélope:
Se entrega
a la oscura rutina del telar:
tensa los hilos,
impulsa la lanzadera,
peina la tela.
Allí
donde se confunden los caminos,
no hay más un afuera y un adentro.
Percibe voces
muy débiles,
un eco de palabras anheladas:
te quiero
espérame
nadie como tú
sólo tú
tú.
El telar le entrega
lo que es,
lo que no está.
Penélope tensa los hilos,
impulsa la lanzadera,
peina la tela.
¡Odiseo!
Tensa,
impulsa,
peina.
¡Odiseo!
Penélope se aferra a la presencia de su hijo para no caer en la locura, como se muestra en este otro breve poema titulado Caracola:
La voz de Telémaco
resuena
en su soledad
como el mar
en el ombligo oculto
de la caracola.
En Paraíso la larga espera acaba por convertirse en desesperación:
Penélope aguarda un signo,
un presagio que dé sentido a su espera:
que crezca trigo en los árboles,
una lluvia de leche, de aceite, de piedras.
En las noches,
pavorosas como la boca abierta de un moribundo,
atraviesa el umbral de su cuerpo.
Dentro,
muy adentro,
busca
otro ser posible
que no desee
nada,
felicidad tampoco
(hay que pagar demasiado para ser feliz).
Dentro,
muy adentro,
busca
el final de la senda,
allí donde
ya no se acordará de él
ni le echará en falta
ni le aborrecerá.
Ese paraíso donde Odiseo ya no existe.
Por fin llegará Odiseo y se producirá el reencuentro de los esposos, los mismos y a la vez tan distintos de los que se separaron veinte años atrás. Conocemos bien la historia cantada por Homero, pero Nuria Barrios nos presenta una visión muy distinta del final de la Odisea. No sería elegante desvelarla aquí.
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Nuria Barrios |