El pasado jueves 9 de noviembre visitamos el parque arqueológico de Carranque con sesenta alumnos de 2º, 3º, 4º de ESO y 1º de Bachillerato. El autobús inicialmente previsto se quedó pequeño y tuvimos que contratar un minibús con 18 plazas adicionales. Después de dos horas largas de viaje cruzamos un llamativo puente colgante peatonal sobre el río Guadarrama para dirigirnos al centro de interpretación del parque.
Allí nos estaban esperando un arqueólogo y una ceramista, los dos monitores responsables del taller de cerámica romana que íbamos a realizar. Empezaron con una exposición muy didáctica y amena sobre las técnicas alfareras romanas y la importancia de la cerámica para la datación de los yacimientos arqueológicos. Luego nos explicaron las piezas con las que íbamos a trabajar: una lucerna, una máscara de tragedia y una máscara del dios Sol. Con la teoría bien aprendida pasamos al taller para ponernos manos a la obra. En apenas media hora, con la orientación de los dos monitores, cada uno de los sesenta alumnos modeló sus tres piezas, las guardó en sus cajas de cartón y recogió el material, todo un ejemplo de lo eficaces que podían llegar a ser los talleres de producción en serie romanos.
Allí nos estaban esperando un arqueólogo y una ceramista, los dos monitores responsables del taller de cerámica romana que íbamos a realizar. Empezaron con una exposición muy didáctica y amena sobre las técnicas alfareras romanas y la importancia de la cerámica para la datación de los yacimientos arqueológicos. Luego nos explicaron las piezas con las que íbamos a trabajar: una lucerna, una máscara de tragedia y una máscara del dios Sol. Con la teoría bien aprendida pasamos al taller para ponernos manos a la obra. En apenas media hora, con la orientación de los dos monitores, cada uno de los sesenta alumnos modeló sus tres piezas, las guardó en sus cajas de cartón y recogió el material, todo un ejemplo de lo eficaces que podían llegar a ser los talleres de producción en serie romanos.
Después del trabajo llegó el momento de recorrer el yacimiento divididos en dos grupos, cada uno con su guía. Pudimos contemplar los restos de la espléndida villa de Materno, del siglo IV d. C., con sus suelos de mosaico magníficamente conservados.
También visitamos el edificio palacial, un poco posterior a la villa, del que todavía se mantienen en pie un muro y algunas columnas monolíticas de mármol, traídas desde lejanas canteras de Anatolia hasta este otro extremo del Imperio. Todo un indicio del lujo en el que vivían los grandes propietarios romanos.
Aprovechando que hacía un día soleado comimos al aire libre en un merendero que hay en las inmediaciones del centro de interpretación, antes de hacernos una última foto de grupo en el puente colgante y subir de nuevo a los autobuses rumbo a Tomelloso.