lunes, 22 de enero de 2018

Orestes de Yannis Ritsos

Desde el año 2007 la editorial Acantilado viene publicando, en edición bilingüe y con traducción de Selma Ancira, una serie de monólogos dramáticos compuestos por Yannis Ritsos (1909-1990), uno de los grandes poetas griegos del siglo XX. Orestes es el último título publicado. De alguno de los anteriores (La casa muerta, Crisótemis e Ismene) hemos hablado ya en ΔΙΔΑΣΚΑΛΟΣ. En estos textos Ritsos vuelve sobre las leyendas que inspiraron la antigua tragedia griega para hacer hablar de nuevo a sus personajes, mezclando deliberadamente presente y pasado, subrayando así la vigencia atemporal del mito. El poeta parece sentir una fascinación especial por la trágica historia de Agamenón y su familia, a la que dedica tres de estos soliloquios: La casa muerta, Crisótemis y Orestes, la obra que hoy comentamos.


Antes del monólogo propiamente dicho una acotación inicial sitúa la acción. Estamos en Micenas, los turistas se han marchado y empieza a anochecer. Dos jóvenes que regresan del exilio, desde otra tierra y otro tiempo, se acercan a sus murallas.
Es verano. Cae la noche. Los coches y los grandes autocares ya se han ido. El lugar respira sumido en la calma, -honda la respiración de las bocas de las antiguas tumbas y de los recuerdos. Un trozo de periódico se balancea sobre la hierba quemada, impulsado por un soplo indefinido. Se oyen los pasos del vigilante nocturno y la llave grande que cierra la puerta intermedia de la torre.
Καλοκαίρι πιά. Νυχτώνει. Τά ἰδιωτικὰ αὐτοκίνητα καὶ τὰ μεγάλα ἐκδρομικὰ λεωφορεῖα ἔχουν φύγει. Ὁ χῶρος ἀνασαίνει μὲς στὴν ἡσυχία, - μία βαθειά ἀναπνοὴ ἀπ᾿ τὰ στόματα τῶν ἀρχαίων τάφων καὶ τῶν ἀναμνήσεων. Ἕνα κομμάτι ἐφημερίδα σάλεψε στὰ καμένα χόρτα, φυσημένο ἀπὸ ἀόριστη πνοή. Ἀκούγεται τὸ βῆμα τοῦ νυχτοφύλακα καὶ τὸ μεγάλο κλειδὶ ποὺ κλειδώνει τὴ μέσα πόρτα τοῦ πύργου.
De repente, en medio de la plácida noche, empieza a oírse desde el interior de la ciudad el llanto de una mujer, agudo, penetrante, desafinado. Orestes se dirige a Pílades, que permanece mudo durante toda la obra. Ha llegado el momento decisivo de su vida. El lamento de su hermana se lo recuerda. Pero ahora, ante la puerta de los leones, las dudas le asaltan y se resiste a cumplir un destino que otros le han asignado.

          ... Es curioso,
          una vida entera me prepararon y me preparé para esto. Y ahora,
          delante de esta puerta, me siento del todo impreparado; -
          los dos leones de mármol -¿los viste?- amansados,
          ellos, que cuando éramos niños empezaron feroces,
          casi salvajes, con la melena erizada para un intrépido salto,
          ahora sosegados, resignados ya en las dos esquinas altas de la puerta principal
          con el pelaje muerto, los ojos vacíos, -no asustan a nadie,- con expresión
          de perros castigados, no necesariamente compungidos,
          fieles, perros ciegos, sin rencor, 
          que con su lengua lamen de vez en cuando la tibia planta de la noche.

          ... Παράξενο,
          μιὰ ὀλόκληρη ζωὴ μὲ ἐτοίμαζαν κ᾿ ἐτοιμαζόμουνα γι᾿ αὐτό. Καὶ τώρα,
          μπροστὰ στὴν πύλη αὐτή, νιώθω ὁλότελα ἀνέτοιμος· -
          τὰ δυὸ μαρμάρινα λιοντάρια -τἆδες;- τιθασεύτηκαν,
          αὐτά, ποὺ ξεκινῆσαν ἀπ᾿ τὰ παιδικά μας χρόνια τόσο ἀνένδοτα,
          ἄγρια σχεδόν, μέ τη χαίτη ὀρθωμένη γιὰ ἕνα παράτολμο πήδημα,
          κατακάθησαν πιὰ συμβιβασμένα στὶς δυὸ ἐπάνω γωνιὲς τῆς ἐξώθυρας
          μὲ τρίχωμα νεκρό, μὲ μάτια ἀπόντα, -δὲν τρομάζουν κανένα,- μὲ μιὰν ἔκφραση
          σκυλιῶν τιμωρημένων, κι οὔτε μάλιστα θλιμμένων,
          πιστῶν, τυφλῶν σκυλιῶν, χωρὶς μνησικακία,
          γλείφοντας πότε-πότε μέ τη γλώσσα τους το χλιαρὸ πέλμα τῆς νύχτας.


Dos fuerzas antagónicas dividen el ánimo de Orestes quien, suplantando a Edipo como arquetipo psicoanalítico, confiesa su admiración por su madre, eternamente joven.

          ... ¿La viste
          por la tarde en el jardín? -¡qué hermosa es todavía!- no ha envejecido,
          quizá porque custodia el tiempo y apura
          cada instante, -quiero decir se renueva
          sabiendo la juventud que pierde;- quizá por eso la recupera.

          ... Τὴν εἶδες
          τὸ ἀπόγευμα στὸν κῆπο; -τί ὄμορφη ποὖναι ἀκόμη- δὲ γέρασε διόλου,
          ἴσως γιατὶ ἐποπτεύει τὸ χρόνο καὶ τὸν πράττει
          κάθε στιγμή, -θέλω νὰ πῶ ἀνανεώνεται
          γνωρίζοντας τὴ νεότητα πού χάνει·- ἴσως γι᾿αὐτὸ τὴν παίρνει πίσω.

Su hermana, en cambio, atormentada por el pasado, obsesionada por la venganza, despierta en él más desprecio que compasión.

          Quizá eso haya sido lo que jamás le perdonó mi hermana -su juventud eterna-
          esa niña avejentada, sensata por contraste, entregada a la negación
          de la belleza y el gozo; -ascética, odiosa en su cordura,
          sola y distante.

          Ἴσως αὐτὸ δὲν τῆς συγχώρεσε ποτὲ ἡ ἀδελφή μου -τὴν αἰώνια της νεότητα-
          αὐτὴ ἡ γριὰ παιδίσκη, συνετὴ ἀπὸ ἀντίθεση, δοσμένη στὴν ἄρνηση
          τῆς ὀμορφιᾶς καὶ τῆς χαρᾶς· -ἀσκητική, ἀποκρουστικὴ στὴ σωφροσύνη της,
          μόνη κι ἀσύνδετη.

A lo largo de la noche la mente de Orestes se debatirá entre esas dos corrientes opuestas: la que le anima a volver atrás, huir y alejarse de Micenas, y la que lo empuja a llevar a cabo una terrible venganza, para la que parece predestinado. Y como contrapunto a las tensiones del interior de su alma y al obsesivo llanto de su hermana, la placidez de la noche de verano y la belleza de la naturaleza.

Grupo de San Ildefonso. Museo del Prado. Posible representación de Orestes y Pílades.

Ritsos despliega en este largo parlamento sus dotes poéticas, desarrollando poderosas imágenes, como la de la vaca apaleada y herida en un campo del Ática, símbolo premonitorio de la muerte de Clitemnestra. Otras veces se suceden imágenes más breves, enlazadas unas con otras, como el cordón en la cintura de Electra, que recuerda a una vena exangüe alrededor de su vientre, o al cordón de una cortina desvencijada, que deja entrever un paisaje de una hosquedad eternamente arisca con rocas cortadas y árboles gigantescos, en el que una solitaria y lejana oveja extraviada aporta un grano de ternura.
La mirada poética se detiene en detalles mínimos, revelando su extraordinaria capacidad de percepción y el poder evocador de las pequeñas cosas: el vello en la nuca de las mozas, el breve chasquido y la llama de la cerilla, un pendiente que tintinea, las lagartijas a los pies de las estatuas, las sombras de los insectos sobre el muro o una piedrecita en la sandalia.
Finalmente el cielo empieza a clarear, no hay ya lugar para vacilaciones, es momento de que Orestes se enfrente a su  destino.

          Mira, está amaneciendo. El primer gallo canta ya en la verja.
          Despertó el hortelano; algún arbolito prenderá en el huerto. Ruidos familiares
          de los utensilios de trabajo -serruchos, zapapicos-
          y la fuente del patio; alguien se asea; la tierra huele;
          borbotea el agua en los cazos; plácidas columnas de humo sobre los tejados;
          un aroma cálido a salvia. Sobrevivimos pues aun a esta noche.

          Κοίτα ποὺ ξημερώνει. Νά, κι ὁ πρώτος πετεινὸς λαλεῖ στὸ φράχτη.
          Ξύπνησε ὁ κηπουρός· κάποιο δεντράκι θὰ στεριώνει στὸν κῆπο. Οἰκεῖος θόρυβος
          ἀπ᾿ τὰ ἐργαλεῖα τῆς δουλειᾶς -πριόνια, ἀξίνες-
          καὶ τὸ βρυσάκι τῆς αὐλῆς· κάποιος πλένεται· μυρίζει τὸ χῶμα·
          κοχλάζει τὸ νερὸ στὰ μπρίκια· οἱ πρᾶες κολῶνες τοῦ καπνοῦ πάνω ἀπ᾿τὶς στέγες·
          μιὰ ζεστὴ μυρωδιὰ ἀπὸ φασκόμηλο. Ἐπιβιώσαμε λοιπόν κι αὐτῆς τῆς νύχτας.

Yannis Ritsos