domingo, 18 de marzo de 2018

Tras las huellas de Heródoto

Hay viajes largamente anhelados, muchas veces pospuestos, que se convierten casi en una obsesión. Un libro suele estar en el origen de esos viajes. Un libro cuyo argumento, autor o protagonista nos causa una profunda impresión. Un libro al que volvemos periódicamente, que nos sugiere nuevas lecturas y despierta nuestro deseo de recorrer los lugares en los que está ambientado, o en los que se ha gestado. Cuando el viaje por fin se hace realidad no suele defraudar, porque el viaje empezó hace ya tiempo, porque los lugares visitados nos resultan ya familiares, porque nuestra mirada se ha ensanchado con las lecturas previas y lo que vemos nos depara una emoción intensa. Uno de esos viajes es el que nos narra Antonio Penadés (Valencia, 1970) en Tras las huellas de Heródoto, publicado por la editorial Almuzara en su colección Sotavento.


Según cuenta en la introducción Antonio Penadés descubrió a Heródoto de manera casual, cuando con 17 años preparaba los exámenes de Selectividad en una biblioteca pública. Para relajarse se puso a hojear un gastado ejemplar de la Historia de Heródoto que encontró en la sección de fuentes antiguas.
El viejo tomo me hizo olvidar durante un par de horas el examen de Filosofía del día siguiente y me provocó una reflexión acerca del autor de esa magna obra. Aquel griego del siglo V a.C. me atrapó sin darme cuenta, acaso porque había algo especial en su tono, en su modo de narrar sus vivencias y de describir lo que otros le habían contado, cuidando siempre al máximo la anécdota y el detalle, que me convenció de hallarme ante un hombre honesto ocupado en desentrañar la verdad y, por tanto, capaz de profundizar con todos sus matices en el alma humana.
Llegado el verano el autor tuvo tiempo para ampliar sus lecturas y fue entonces cuando surgió la idea de viajar a los lugares que Heródoto describe en su Historia. Pero el proyecto no se materializaría hasta años después, cumplidos ya los 40. El recorrido se inicia en Halicarnaso, la actual Bodrum, ciudad natal de Heródoto y va ascendiendo por la costa occidental de Asia Menor, deteniéndose en las prósperas ciudades de la antigua Jonia: Mileto, Priene, Éfeso, Focea. Incluye un salto a la isla griega de Samos e incursiones al interior de Anatolia para visitar enclaves como Afrodisias, Hierápolis y Sardes. El viaje termina en Estambul, después de pasar por Pérgamo, Troya y la región de los Dardanelos.

Vista de Bodrum, la antigua Halicarnaso

Como dice Gisbert Haefs en el prólogo del libro, Heródoto es mucho más que el padre de los historiógrafos, es el padrino de todos los narradores. Podríamos añadir que es también el antecesor de los reporteros, cronistas de viajes o autores de novela histórica. Por mucho que se le haya reprochado a Heródoto su credulidad y falta de rigor metodológico, desde las primeras páginas de su obra cautiva al lector revelándose como un espléndido contador de historias. Se nos muestra además entre líneas como un personaje cercano por su curiosidad, su mentalidad abierta, su modestia y honestidad. No es de extrañar que haya servido de guía e inspiración a un periodista como Ryszard Kapuściński, que le rindió tributo en su libro Viajes con Heródoto, y ahora a Antonio Penadés, que destaca dos virtudes fundamentales del autor de Halicarnaso.
Cuando profundicé en la obra de Heródoto me fascinaron, sobre todo, dos facetas suyas: su afán por acumular conocimientos y su respeto por el otro. Me impresionó esa curiosidad que profesaba hacia las distintas sociedades, pueblos y tribus diseminadas por Europa, Asia y África, ya fueran sus costumbres, sus sistemas políticos, los accidentes orográficos, su historia, las técnicas medicinales, sus leyendas y ritos religiosos, los vestidos, el clima... Parecía interesarle absolutamente todo.
Mas sorprendente aún es su respeto por el otro, un aspecto íntimamente aparejado a la sabiduría. Heródoto muestra en todo momento una exquisita consideración hacia los pueblos que describe en su obra, lo que constituye un hecho inédito, algo desconocido para sus coetáneos. Ni siquiera en época clásica tardía o helenística surgió un solo autor que llegara a adoptar tan valerosa y noble actitud.


Antonio Penadés nos ofrece en este libro un recorrido histórico-literario por las tierras de Asia Menor, donde cristalizaron algunos de los logros más destacados del espíritu griego. La visita a las ruinas de las antiguas ciudades da pie a extensas digresiones sobre los personajes que allí vivieron y los hechos que allí acontecieron. Es una fórmula que recuerda a otra crónica de viajes sobre Grecia, Corazón de Ulises de Javier Reverte. El de Penadés es un viaje solitario y personal, y en su libro consigue transmitir muy bien la emoción que sintió al encontrarse en determinados lugares. Como en Sardes, donde, sobreponiéndose al vértigo, se encarama a lo más alto de la ciudadela para divisar el valle del Pactolo y evocar las sensaciones que debió experimentar Jerjes al contemplar su enorme ejército dispuesto para conquistar Grecia. O en la península de Micale, cuando, tras perderse por carreteras y caminos secundarios, encuentra los modestos restos, apenas unas gradas ocultas entre matojos, del santuario de Panionion, lugar de reunión de la antigua confederación de ciudades jonias. El autor nos descubre además deliciosos enclaves de la costa de Anatolia, como Focea o Asos, en los que el tiempo transcurre lento y apacible, ajeno al peso de la historia.

Puerto de Focea

Teatro de Asos

Donde el libro flojea un poco es en relato de los avatares del viaje. Se echan en falta esas anécdotas, encuentros y conversaciones jugosas que sirven para caracterizar el espíritu de un lugar y aportan un encanto especial a las buenas crónicas de viajes. Probablemente por las dificultades de comunicación, porque el viajero se halla ensimismado en la evocación del pasado, o porque se visitan muchos lugares en poco tiempo, la realidad de la Turquía actual aparece como un marco pintoresco al que se hace referencia tan sólo de manera ocasional. El encuentro casual en Estambul, al final del viaje, con un turco que ha residido varios años en España le ofrecerá al autor la posibilidad de profundizar algo más en la Turquía contemporánea. En cualquier caso, lo que no se le puede negar a Antonio Penadés son sus cualidades como divulgador y su profundo amor por Grecia, a la que se ha aproximado desde el ensayo, los artículos periodísticos, la novela histórica (El hombre de Esparta) y ahora desde esta sugerente crónica de viajes.

Antonio Penadés

jueves, 1 de marzo de 2018

PLINIVS, otro manga ambientado en la antigua Roma

A principios del verano pasado comentamos Thermæ Romæ, una exitosa serie de manga que plantea un divertido viaje de ida y vuelta entre la Roma del siglo II de nuestra era y el Japón actual. Prometíamos entonces ocuparnos tras las vacaciones de otro proyecto más ambicioso de la misma autora, Mari Yamazaki, en colaboración con Tori Miki. Hoy, con un poco de retraso, cumplimos nuestra promesa.


Gayo Plinio Segundo, conocido como Plinio el Viejo, es uno de los personajes más admirables que nos ha legado la antigua Roma. Su curiosidad insaciable y su afán de conocimiento dieron como fruto la Naturalis Historia, una obra enciclopédica que recopilaba los saberes de la época sobre la fauna, la flora y los minerales, junto con informaciones y anécdotas diversas recogidas en sus viajes y lecturas. No son demasiados los detalles que se conocen sobre su biografía. Estuvo destinado en Germania, fue letrado durante el imperio de Nerón y obtuvo diversos cargos y reconocimientos durante los mandatos de Vespasiano y Tito. La ausencia de noticias acerca de su vida privada y sobre varios años de su actividad pública deja un amplio margen para la ficción, que los autores del cómic aprovechan para construir el personaje protagonista de PLINIVS.


La historia arranca en el 79 d.C., en plena erupción del Vesubio. Un Plinio ya maduro, almirante de la flota estacionada en Miseno, se encuentra en casa de su amigo Pomponiano. Contempla con curiosidad la erupción, toma un baño y cena tranquilamente, pero no muestra prisa ni inquietud alguna por huir a un lugar seguro, para desesperación de los que le rodean.



Eukles, un escribiente que lleva varios años a su servicio, empieza a recordar las circunstancias en las que conoció a Plinio. Con 18 años acababa de perder su casa y su familia como consecuencia de la erupción de otro volcán, el Etna, que asoló su ciudad natal en Sicilia. Plinio, por entonces gobernador provisional de la isla, lo encuentra rebuscando entre las cenizas.



A partir de entonces Eukles acompaña a Plinio en su recorrido por Sicilia anotando sus observaciones y comentarios. Mientras tanto en Roma el voluble y caprichoso emperador Nerón manda llamar a Plinio para que acuda a uno de sus recitales. Se inicia aquí una segunda línea argumental del cómic, cuyo protagonista es el propio Nerón y su progresiva degradación moral.

 

A regañadientes Plinio se ve obligado a volver a Roma ante el requerimiento del emperador, pero lo hará sin prisas, recorriendo con calma las tierras de la Magna Grecia. El pequeño grupo formado por Plinio, Eukles y Félix, un veterano soldado que hace las veces de guardaespaldas, llega finalmente a Roma. El joven escribiente, que nunca había salido de su isla, se muestra fascinado por la capital del Imperio.


Aquí, en Roma, la historia de Plinio y la de Nerón se entrecruzan, igual que ocurría en Thermæ Romæ con la del ingeniero Lucius Modestus y la del emperador Adriano.


El segundo volumen se desarrolla íntegramente en Roma, donde Eukles descubre la peculiar casa de Plinio en el Trastévere, repleta de libros y muestras de animales y plantas.



El Trastévere no es precisamente uno de los barrios más elegantes de la ciudad y Eukles conocerá también el lado más oscuro de la Urbe, con sus tabernas, burdeles y maleantes. Este será el marco de su encuentro con Plautina, una enigmática joven procedente de Britania.


La historia avanza alternando la vida de la Roma más humilde con las intrigas palaciegas. La ambiciosa Popea intenta influir en el ánimo de Nerón, aprovechando que Séneca ha perdido su ascendiente sobre el emperador. Plinio se siente agobiado en la ciudad, donde además se agrava su afección de asma, así que empieza a planear un nuevo viaje a Campania. Antes de partir recibe la visita de su hermana, procedente de Como, su ciudad natal. Viene a presentarle a su pequeño sobrino, Gayo Plinio, que será conocido por la posteridad como Plinio el Joven y dejará por escrito una detallada descripción de la erupción del Vesubio con la que arranca el cómic.



 

Terminados los preparativos Plinio sale de la ciudad por la vía Apia y se dirige al sur. Visitará los alrededores del Vesubio y las ciudades de Herculano y Pompeya. Estando en esta última le sorprende un terremoto con el que termina el tercer volumen, el último publicado hasta la fecha en español.




La editorial tarraconense Ponent Mon ha publicado los tres primeros tomos de la serie en una muy cuidada edición, tanto en el aspecto gráfico como en la traducción. El único desliz grave es la transcripción como Catia de la ciudad siciliana de Catania, aunque no sabemos si el error es atribuible a la versión española o al original japonés.




Al final de algunos episodios de la obra se incluyen hasta cinco interesantes conversaciones entre los dos autores, Mari Yamazaki y Tori Miki. En ellas se comenta el plan inicial de la serie y la evolución del proceso creativo. En un principio la labor de Tori Miki se centraba en dibujar los fondos de las viñetas, prestando especial atención a los paisajes y a la reconstrucción de la arquitectura romana, mientras que Mari Yamazaki se ocupaba de los personajes. En este sentido el cómic nos ofrece minuciosas recreaciones de monumentos y ciudades antiguas y deliciosas escenas sobre la vida cotidiana en el mundo romano.









A medida que avanza la obra la colaboración se va haciendo más estrecha, de manera que cada uno de los dos autores interviene cada vez más en la parcela asignada inicialmente al otro. El resultado final es un cómic de muy alta calidad, en el que destaca la cuidada elaboración de las viñetas y la variedad de planos y enfoques. Especialmente llamativo es uno de los episodios, planteado desde la perspectiva de Gaia, la gata de Plinio.



La exhaustiva labor de documentación revela, por otro lado, la pasión que sienten los autores por la antigua Roma. Si a todo ello añadimos una variada galería de personajes, ricos en matices y convincentes, y una historia bien construida se consigue una obra redonda, que atrapa la atención del lector desde las primeras páginas. Confiamos en que no haya que esperar mucho para disfrutar en español de las próximas entregas de la serie.