DIDASKALOS

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domingo, 18 de octubre de 2020

La Cólera, una nueva mirada sobre la Ilíada

Lo que define a una obra clásica es que siempre tiene algo que aportar a los lectores de épocas posteriores y es fuente permanente de inspiración para los creadores, que proyectan su mirada sobre ella y actualizan su mensaje. La Ilíada, el poema con el que arranca la literatura occidental, es un buen ejemplo de ello. En un arte tan joven como el cómic contamos con varias adaptaciones recientes de la obra de Homero y de la leyenda troyana. Las hay más fieles al texto original, otras más atentas a los datos arqueológicos, algunas siguen una estética determinada o cambian parte del argumento para crear una historia nueva. Hoy traemos a ΔΙΔΑΣΚΑΛΟΣ La cólera, un nuevo y sorprendente cómic inspirado en la Ilíada, publicado por Astiberri con dibujos de Javier Olivares y guion de Santiago García.

Como es bien sabido μῆνιν (cólera) es la primera palabra de la Ilíada y la cólera de Aquiles es el tema principal de la obra de Homero. En el cómic de Javier Olivares y Santiago García aparecen los principales acontecimientos de la epopeya troyana, pero no se trata de una adaptación más, sino de una obra profundamente original, que propone una nueva mirada sobre la historia de Aquiles. 

La cólera se inicia con una larga secuencia de batalla entre griegos y troyanos, sin diálogos, con grandes composiciones a doble página, en un crescendo que culmina con Aquiles despojándose del casco al final del combate. Vemos entonces el rostro del héroe por primera vez, con los rasgos que le identificarán a lo largo de la obra: el pelo rojizo, los labios finos, la mirada penetrante y sombría.


La cólera es un cómic muy visual. Pasan más de treinta páginas hasta que aparece el primer diálogo, con la llegada de Ulises a la tienda de Aquiles. Hay un estilo muy reconocible en los pasajes dialogados, tanto en el dibujo, como en la disposición de las viñetas, pero en las grandes escenas a doble página Javier Olivares despliega sus dotes de ilustrador en composiciones en las que se perciben ecos del cubismo y del expresionismo. Los cambios en el estilo y en el ritmo de la narración son constantes a lo largo de la obra. Por ejemplo, cuando Aquiles, en esa primera conversación con Ulises, evoca su estancia en la isla de Esciros disfrazado de mujer.

Unas páginas más adelante, después de otra secuencia de batalla de tono épico, los autores introducen un nuevo cambio de registro con una divertida escena en la que los héroes que vuelven del combate son reducidos a caricaturas. En esta sucesión de viñetas alargadas con siluetas oscuras sobre fondo anaranjado es fácil ver un doble homenaje a la tira cómica y a la cerámica ática de figuras negras, precedente último de la historieta.

 

Justo después de este episodio, cuando ha transcurrido aproximadamente un tercio de la obra, tiene lugar la tercera escena dialogada del cómic: Fénix le comunica a un sorprendido Aquiles que Agamenón se ha llevado a Briseida. Los autores optan aquí por una versión nueva de la historia tradicional. No hay asamblea de los aqueos, ni enfrentamiento directo entre Agamenón y Aquiles, pero el resultado es el mismo. El héroe se vuelve literalmente rojo de cólera y decide retirarse con sus hombres del combate.

 

Quizá los lectores más puristas echen de menos algunos episodios y personajes de la obra original, o una mayor fidelidad al texto homérico. Les recomendamos que abran la Ilíada por el verso 478 del canto XVIII y al mismo tiempo observen con atención una larga secuencia de La cólera, compuesta por nueve grandes ilustraciones a doble página, que constituyen en realidad una única imagen, ya que cada una de ellas es continuación de la anterior. Verán que los dibujos se corresponden casi palabra por palabra con la descripción del escudo que Hefesto fabrica para Aquiles por encargo de Tetis. Una buena prueba de que los autores conocen en profundidad la epopeya de Homero, pero han escogido aquellos pasajes que mejor se ajustan a la historia que quieren contar.


                                  La otra ciudad, la cercaban al par dos tropas de gente
                                 fulgentes en armas; que se dividían en dos pareceres,
                                 o ya tomarla al asalto y partirse todos los bienes
                                 cuantos en sí la gentil ciudadela dentro tuviese,
                                 y otros aún que no, y que a emboscada estaban poniéndose;
                                 y al muro corrían esposas queridas, críos imberbes
                                 y hombres de harta vejez, a por las almenas ponerse;
                                 y aquellos ya en marcha, les iban Atena y Ares al frente,
                                 ambos en oro, y de oro vestían ropa y jaeces,
                                 hermosos y grandes en armas, como es para dioses decente,
                                 claros luciendo en mitad, y más chicos los combatientes.

(Ilíada XVIII, 509-519. Versión rítmica de Agustín García Calvo)

 

Tras la retirada de los mirmidones los troyanos hacen retroceder a los griegos hasta sus naves. Las escenas de batalla se intercalan con diálogos entre Aquiles y Patroclo, en los que este intenta infructuosamente convencer a su amigo y amante para que vuelva a la lucha. Después de una de esas conversaciones Aquiles se echa a dormir. Comienza entonces la parte más sorprendente y original de La cólera: el sueño de Aquiles. El héroe penetra en una cueva, se zambulle en unas aguas verdosas y el cómic experimenta un giro de 180 grados, tanto en sentido figurado como literal, ya que hay que dar la vuelta al volumen para proseguir con la lectura, ahora de derecha a izquierda. Aquiles emerge al otro lado con cuerpo de mujer. Allí le espera Tetis, su madre, para guiarle hasta Europa, el satélite de Júpiter, donde le muestra a sus hijos, no a los nacidos de su vientre, sino a los hijos de su cólera. A partir de aquí se desarrolla dentro de la obra una historia futurista totalmente original.

Los autores se sirven de este inesperado cambio de estilo y de registro para insertar su particular denuncia social. Esa Europa futurista, en la órbita de Júpiter, no es sino un trasunto de la Europa actual, hija de la cólera, donde el abuso de poder, la injusticia social y la invisibilidad del refugiado están a la orden del día. 

Antes de que termine el sueño Tetis le plantea a su hijo la conocida elección entre una vida larga, pero sin fama, o una vida corta, pero con fama inmortal.

Aquiles toma su decisión, se vuelve a sumergir en las aguas verdosas y, tras un nuevo giro del volumen, reparece al otro lado como varón. Despierta en su tienda de ese extraño sueño y descubre que, mientras dormía, Patroclo ha vuelto al combate y ha sucumbido en el campo de batalla a manos de Héctor.


Aquiles toma las armas para vengar a Patroclo y nos encontramos una variación más en el enfoque y en el ritmo narrativo. El final de la historia se presenta desde la perspectiva de Ulises, testigo de las últimas hazañas de Aquiles en Troya. El color y la disposición de la página cambian y, en una vertiginosa sucesión de viñetas sin diálogos, los autores ilustran el combate entre Aquiles y Héctor, los funerales de Patroclo, la muerte de Aquiles, la conquista de Troya e, incluso, la historia completa de la Odisea.

Un único episodio de los viajes de Ulises merece ser tratado con más extensión, cambiando de nuevo la paleta de colores, la composición de la página y volviendo a introducir los diálogos. Se trata de la Νέκυια, la evocación de los muertos del canto XI de la Odisea, donde se produce el reencuentro de Ulises con su compañero muerto Aquiles.

El episodio final de La Cólera se desarrolla en Ítaca, cuando Ulises es ya un anciano al borde de las muerte. Con él se cierra este cómic, sorprendentemente versátil y poliédrico, un magnífico ejemplo de cómo se pueden mezclar la tradición y la modernidad, la fidelidad a los clásicos y la libertad creativa. En este sentido nos recuerda a El héroe, de David Rubín, otro cómic impactante sobre la figura de Heracles, publicado en dos volúmenes también por Astiberri, y del que hablamos en su día en ΔΙΔΑΣΚΑΛΟΣ (libro uno y libro dos). 

Resulta admirable que historias que se gestaron hace casi tres mil años sigan manteniendo su fuerza inspiradora y renovando su vigencia en pleno siglo XXI. Y es que por mucho que la tecnología transforme nuestro mundo, y cada vez a mayor velocidad, las obras clásicas siguen apelando a las preocupaciones esenciales de la existencia humana, que apenas han cambiado desde que los griegos antiguos las convirtieron en los temas centrales de su literatura y su pensamiento.