Lucius Modestus es un arquitecto romano especializado en la construcción de termas que no pasa por su mejor momento. Sus proyectos son rechazados por no adaptarse a los nuevos tiempos y atraviesa una crisis matrimonial. Un amigo escultor, Marcus, intenta consolarle y juntos acuden a unos baños para relajarse. Lucius se sumerge y de repente es succionado por un extraño desagüe. Al poco tiempo emerge en un lugar diferente, rodeado de unos individuos de cara plana y ojos rasgados.
Así comienza Thermæ Romæ, una exitosa serie de manga japonés, escrita y dibujada por Mari Yamazaki y publicada en español por Norma Editorial. La colección consta de seis volúmenes con originales portadas, en las que esculturas clásicas, como el Laoconte, aparecen ataviadas con complementos propios de la cultura termal japonesa.
La fama de Lucius Modestus llega hasta el mismo emperador Adriano, quien acaba por requerir sus servicios. Se abre así una segunda línea argumental del cómic, en la que nuestro protagonista se convierte en una especie de consejero ocasional del emperador y se ve envuelto en las intrigas de senadores y otros miembros de la corte candidatos a la sucesión.
Al final de cada capítulo en los primeros volúmenes, y más espaciadamente en los siguientes, aparece una sección titulada Mis amores: Roma y los baños, donde la autora habla del proceso de elaboración de los episodios, ofrece detalles de sus viajes de documentación por Japón en compañía de su divertido editor jefe, el señor Okumura, y nos confiesa también su pasión por la cultura de la antigua Roma, que descubrió en su época de estudiante en Italia y viviendo en Europa con su marido italiano.
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Mari Yamazaki |
Cuando la acción se sitúa en Roma los diálogos de los personajes están plagados de latinismos, en ocasiones traídos por los pelos o fuera de lugar. Cuando Lucius se dirige a algún interlocutor japonés que no entiende su idioma la autora recurre directamente el latín, no siempre utilizado con propiedad. Pero en el cuarto volumen Lucius se encuentra por fin con un personaje que entiende su idioma en el mundo de los caraplana, la bella e inteligente Satsuki.
La aparición de Satsuki da un nuevo rumbo a la historia y ya no será Lucius el único que realice viajes en el tiempo. Una trama mafiosa, una historia de amor y una excavación arqueológica transcurren en paralelo a los últimos días del emperador Adriano.
Un pequeño inconveniente en la lectura del cómic es que, debido a su reducido formato, resultan prácticamente ilegibles, si no se recurre a una lupa, las anotaciones de la autora y del traductor a pie de viñeta. Por otro lado, puede resultar extraño leer un cómic a la japonesa, pasando las páginas al revés y siguiendo las viñetas de derecha a izquierda. Pero el esfuerzo merece la pena, porque Mari Yamazaki nos hace disfrutar con una historia original y llena de sentido del humor. Al final sentimos simpatía no sólo por los personajes, sino también por la autora, que nos cuenta detalles de su vida privada y nos hace partícipes de su propia experiencia como guionista y dibujante de este manga. Del éxito que tuvo la obra en Japón da idea el hecho de que se rodara un largometraje, aprovechando los decorados de la célebre serie Roma.