La Odisea cuenta la historia de un hombre, de un varón. No es casualidad que ἄνδρα sea la primera palabra del poema. Tampoco lo es que la Ilíada se abra con la palabra μῆνιν (cólera), ni que Virgilio inicie su Eneida con otras dos palabras clave que condensan los temas principales de la obra, arma virumque. El ἄνδρα de la Odisea centra el poema, desde el primer verso, en su protagonista masculino, aunque el propio Odiseo no aparezca hasta el canto V. Esta primera palabra también nos advierte de que la Odisea es sobre todo una historia de hombres, de varones. Es cierto que hay personajes femeninos, como Penélope, Calipso, Circe, Euriclea o la misma Atenea, que juegan un papel relevante, pero la trama principal nos ofrece un recorrido por las edades del hombre: en las primeras páginas el foco se sitúa sobre un hombre joven, Telémaco; luego la obra se ocupa del varón adulto, Odiseo; y en el último canto aparece el hombre anciano, Laertes, en compañía de su hijo y su nieto. Como sugiere Cavafis en su poema Ítaca, la historia de Odiseo no es sino una alegoría de la trayectoria vital del hombre, aunque el poeta alejandrino piensa más en el ἄνθρωπος que en el ἀνήρ. Esta es una de las líneas de interpretación de la obra de Homero que propone Una Odisea, un emotivo libro de Daniel Mendelsohn, publicado en castellano por Seix Barral.
Daniel Mendelsohn (Nueva York, 1960) es filólogo clásico, crítico literario, escritor y profesor universitario. En el instituto Bard, donde ejerce su labor docente, impartió durante el semestre de primavera de 2011 un seminario sobre la Odisea. Su padre, un matemático retirado de ochenta y un años, le pidió asistir como oyente a las clases, a lo que el autor accedió. A lo largo de dieciséis semanas, entre enero y mayo, Jay Mendelsohn, acudió puntualmente al curso junto a jóvenes de diecisiete y dieciocho años. Posteriormente, en el mes de junio, padre e hijo se embarcaron en un crucero temático por el Mediterráneo que recorría los escenarios de la obra de Homero. Una Odisea, que lleva el subtítulo de Un padre, un hijo, una epopeya, es el fascinante resultado literario de las vivencias de esos meses de 2011. Un libro a medio camino entre el ensayo crítico y las vivencias personales, que se lee como una novela.
Daniel Mendelsohn junto a su padre en el crucero Sobre los pasos de la Odisea |
A medida que avanza la lectura comentada de la Odisea, vamos conociendo la peculiar personalidad del padre del autor. Y el propio autor, al verlo desenvolverse en medio del grupo de sus jóvenes alumnos o entre los pasajeros del crucero, descubre facetas insospechadas de su progenitor. En paradójico contraste con Telémaco, que al principio del poema emprende un viaje iniciático en busca de un padre al que no conoce, Daniel Mendelsohn acabará comprendiendo mejor el carácter distante, retraído y exigente de un padre al que creía conocer muy bien. A lo largo de las páginas del libro el relato fluye con naturalidad entre la Odisea y la intrahistoria familiar de los Mendelsohn, con saltos hacia atrás y adelante, recurriendo a las mismas técnicas narrativas que se analizan en el seminario universitario. El autor, fecundo en ardides como Odiseo, nos enreda en una deliciosa maraña fabuladora en la que, al margen de artificios literarios, subyace una sentida, hermosa y sincera historia sobre las relaciones paternofiliales. No menos interesantes son sus comentarios acerca de la epopeya homérica, fruto de años de estudio, pero también de las aportaciones de su padre y sus alumnos. Personalmente le debo a este libro una gratitud especial, no solo por el disfrute que me ha deparado su lectura, sino por haberme empujado a releer, una vez más, la Odisea.