DIDASKALOS

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domingo, 16 de diciembre de 2012

"Roumeli" de Patrick Leigh Fermor

Acabo de leer Roumeli. Viajes por el norte de Grecia, un estupendo libro de viajes de Patrick Leigh Fermor, que ha editado en español Acantilado con traducción del ingles de Dolores Payás. La misma editorial había publicado anteriormente Mani. Viajes por el sur del Peloponeso, libro del que ya hemos hablado en ΔΙΔΑΣΚΑΛΟΣ.


Patrick Leigh Fermor (1915-2011) ha sido uno de los grandes viajeros ingleses del siglo pasado, con una vida estrechamente vinculada a Grecia. Apenas contaba 18 años cuando atravesó Europa a pie desde Holanda hasta Estambul. Durante la Segunda Guerra Mundial jugó un papel muy activo en la resistencia cretense contra la ocupación alemana. Posteriormente fijaría su residencia en el Peloponeso y realizaría numerosos viajes por toda la geografía griega, alguno de los cuales se recogen en este libro, publicado originalmente en 1966.

El nombre de Roumeli que da título al libro es una imprecisa y anticuada denominación geográfica que se refiere al territorio griego situado al norte del golfo de Corinto y al sur de Macedonia. Este es el marco en el que, salvo alguna excepción, se desarrollan las andanzas que el autor rememora en estas páginas. El libro se organiza en seis capítulos autónomos, el primero de los cuales lleva por título Los nómadas negros y hace referencia a los sarakatsani (Σαρακατσάνοι), un misterioso pueblo nómada del norte de Grecia. Leigh Fermor tuvo ocasión de convivir en alguno de sus viajes con comunidades sarakatsani y conocer de cerca sus peculiares tradiciones y su folklore.

Jóvenes sarakatsani ataviados con sus trajes típicos

El segundo capítulo, Los monasterios en el aire, nos lleva hasta los fantasmagóricos pináculos de Meteora, coronados por monasterios prácticamente inaccesibles en otros tiempos. El autor los visita a mediados del siglo XX, cuando muchos de ellos se encuentran semiabandonados. En medio de la tranquilidad de la vida monástica el autor pasa unos días con los escasos monjes que pueblan estos parajes, los cuales recuerdan su azarosa existencia durante la ocupación alemana y la guerra civil griega. Nada hace presagiar en estas páginas que Meteora llegaría a convertirse décadas después en parada habitual de los recorridos turísticos por el norte de Grecia.

Monasterio de Rusanu. Meteora.

El tercer capítulo es una extensa reflexión sobre la dicotomía que se da en el alma griega entre la herencia bizantina y ortodoxa por un lado, y el glorioso pasado de la Grecia clásica por el otro. Se trata del dilema heleno-romaico, en palabras del autor, de la pugna entre Hélade y Romiosine, dos tradiciones que se oponen y complementan al mismo tiempo. En la segunda parte de este capítulo Leigh Fermor excede los límites geográficos de Rumeli para rememorar su experiencia en Creta durante la ocupación alemana. El recuerdo de la vida en la clandestinidad, en estrecha camaradería con los guerrilleros locales y rodeado por una naturaleza majestuosa, ocupa algunas de las mejores páginas del libro.

Patrick Leigh Fermor (centro) con un comando de guerrilleros cretenses

En Al norte del golfo el incansable viajero que es Leigh Fermor culmina un recorrido por la región de Acarnania en la ciudad de Mesolongui. Allí tiene que cumplir un encargo muy especial, encontrar unos viejos zapatos que habían pertenecido al mismísimo Lord Byron y enviárselos a la bisnieta del poeta, una anciana aristócrata inglesa que el autor había conocido meses atrás.

Lord Byron

En El reino de Autólico acompañamos a Leigh Fermor en su viaje a Kravara, una remota y pobre región de Etolia. Sus habitantes utilizan una jerga especial y tienen fama de haber practicado desde antiguo la mendicidad y la picaresca. El autor recorre a pie estos valles y aldeas y escucha increíbles historias sobre el ingenio de los kravaritas.

Paisaje de Kravara

El último capítulo, Sonidos del mundo griego, es una lírica enumeración de lugares de la geografía griega a los que el autor asocia un sonido, una imagen o un recuerdo. Es una lástima que la magia de estas páginas se vea empañada en ocasiones por errores en la transcripción de los topónimos o en la traducción de determinados términos griegos. El más llamativo de todos ellos es cuando encontramos en un poema incluido en este capítulo una enigmática alusión a los rizos de las exhalaciones duras y blandas. No se trata de una audaz metáfora del autor, sino de una mala traducción de rough y smooth breathing (espíritu áspero y espíritu suave en inglés).

Al margen de estos deslices en la traducción Roumeli es una auténtica delicia, con derecho a figurar entre los mejores libros de viajes sobre Grecia, a la altura de las obras de Henry Miller o de Lawrence Durrell. Nos descubre lugares de Grecia poco conocidos, describe escenas realmente memorables y conserva su frescura, a pesar de haber sido escrito hace casi cincuenta años. Terminamos con una cita de la introducción en la que Leigh Fermor reflexiona sobre las transformaciones que estaba sufriendo Grecia en su época: 
Grecia está cambiando con rapidez, y la mayoría de lo que se escriba sobre ella estará en cierto modo pasado de moda el día en que vea la luz. La transcripción de estos viajes, emprendidos hace algunos años, y todos ellos motivados por abstrusas razones personales, conformaría una guía engañosa. Los cómodos coches cama han reemplazado a los destartalados autocares rurales, carreteras estupendas se abren camino atravesando el corazón de remotos pueblos y los hoteles brotan por doquier. Monasterios y templos a los que hasta hace bien poco sólo se podía acceder mediante solitarios y empinados ascensos, ahora sirven de dramático escenario para breves escalas técnicas de viajes multitudinarios altamente indoloros y sofisticados. Es la primera vez, desde Juliano el Apóstata, que el humo de los vehículos envuelve sus columnas, y el viajero necesita retirarse a las recónditas tierras del interior si quiere que su oído permanezca fuera del alcance de los transistores. Para muchos, todo esto es una fuente de beneficios materiales necesarios y, por supuesto, motivo de alegría. Y el ocasional griego o extranjero que disienta siempre puede retirarse, con paso majestuoso y petulante, a regiones más salvajes alejadas de los caminos trillados. Desde luego, la mayoría de estas páginas conducen a estas zonas asilvestradas, cada vez más reducidas y escasas.

martes, 11 de diciembre de 2012

El griego en el Instituto

Ayer estuvimos decorando las puertas de las aulas con los nombres de las asignaturas en caracteres latinos y griegos. Curiosamente, las únicas que se quedaron sin carteles fueron las clases donde se imparte griego, latín y lengua. Todas las demás materias tienen nombres de origen griego. No nos olvidamos de espacios del centro con nombres tan griegos como γυμνάσιον y βιβλιοθήκη, ni del despacho del orientador, donde colgamos el cartel de παιδαγωγός. También dejamos "la huella del griego" en las paredes de los pasillos del Instituto. Queremos con ello hacer ver que el griego está más presente a nuestro alrededor de lo que podría parecer. Se trata de sacar del aula de griego y de las fórmulas matemáticas esas letras misteriosas, que tienen algo de mágico, y demostrar que son el vehículo de una lengua y un legado insustituibles.
Tengo que agradecer especialmente la colaboración de mis alumnos. Fueron ellos los que, armados de celo y tijeras, empapelaron ayer el Instituto. 
Μέγιστην χάριν ὑμῖν ἀποδίδωμι, ὦ φίλοι μαθηταί· πολλάκις μὲν γὰρ στενάζετε, οὐ δὲ ῥᾴθυμοι ἔστε, ἀλλὰ ἀιεὶ τῷ διδασκάλῳ βοηθεῖτε.


 




domingo, 9 de diciembre de 2012

¿Por qué Grecia?

Para comenzar esta semana de reivindicación del papel del griego en la enseñanza media, nada mejor que este espléndido vídeo, que he conocido gracias a La Grecia clásica y su legado. Con una voz cálida y cercana y unas preciosas imágenes Pedro Olalla nos resume en cuarenta minutos lo que significa Grecia. Un auténtico regalo. Gracias, Pedro.