DIDASKALOS

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lunes, 8 de abril de 2019

Gorgonas y Ateneas

Llevo varios años pasando casi a diario por delante de la misma casa. Se trata de una vivienda como tantas otras de Tomelloso, ni muy antigua, ni muy moderna, con la fachada remozada y pintada regularmente. Tiene una puerta principal de madera y otra más grande, de chapa, para acceder a la cochera.


Recientemente he reparado en un detalle que hasta ahora no había llamado mi atención. En la parte inferior de la puerta de chapa hay dos apliques de forja en los que nunca me había fijado, quizás por encontrarse casi a la altura del suelo. Se trata de dos pequeñas cabezas rodeadas por motivos vegetales.



Las sucesivas capas de pintura no permiten distinguir bien los rasgos, pero a primera vista parecen los rostros de dos gorgonas, con su característica cabellera de serpientes. También podría tratarse de imágenes de Apolo o Ártemis, si el adorno en forma de lazo que lucen sobre la frente fuera un cróbilos, ese peculiar moño con el que se suele representar a estas dos divinidades.



En cualquier caso, yo prefiero pensar que se trata de dos gorgonas, que aquí, a dos manzanas de mi casa, en un pueblo manchego y en pleno siglo XXI, siguen cumpliendo con la misma función apotropaica que tenían hace más de 2.500 años en la antigua Grecia: alejar las malas influencias y mantenerlas apartadas del hogar. Ahora me fijo en ellas siempre que paso y he empezado a mirar con más atención los adornos de estas modestas puertas de chapa. Así he descubierto otros motivos que, como las gorgonas, parecen querer ahuyentar a los malos espíritus. He encontrado una cabeza masculina difícil de identificar en los llamadores de un par de puertas, y dos sencillas cabezas de león en los pomos de otra.






Mientras paseo por Tomelloso con la mirada preparada para nuevos descubrimientos me he acordado de otra casa que sí llamó mi atención la primera vez que la vi, pero por la que no paso muy a menudo. Decido acercarme a verla. La fachada está pintada de un verde poco habitual por estos lares y tiene un bonito mirador acristalado en la planta superior. La puerta de entrada y las ventanas de la planta baja están adornadas con frisos en relieve presididos por sendas cabezas de Atenea. Al llegar frente a la casa en cuestión descubro con sorpresa que unos operarios están picando desde un andamio móvil uno de los frisos de la segunda planta. El inmueble lleva tiempo abandonado y supongo que hay riesgo de que los relieves se desprendan sobre la acera. Puede que las Ateneas tengan las horas contadas.





Parece una extraña casualidad que, el mismo día en que he sentido el impulso de acercarme a esta casa, los adornos que la hacen tan peculiar estén a punto de desaparecer. Es como si las dos pequeñas gorgonas hubiesen querido advertirme del peligro que corrían las Ateneas que habitan unas manzanas más allá. No en vano gorgonas y Ateneas están íntimamente relacionadas: la diosa de la inteligencia lucía en su pecho, sobre la égida, la terrible cabeza de Medusa.

He vuelto pasados unos días para ver si seguían las obras en la fachada. Han desaparecido todos los frisos de la planta superior. En su lugar hay unos parches de yeso gris. Ya no está el andamio y, aunque la acera sigue vallada, no hay nadie trabajando. Parece que las Ateneas de la planta baja se han salvado de momento.




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