En estos soliloquios el protagonista dirige su parlamento a un interlocutor que permanece en silencio durante toda la obra. Fedra y Áyax son personales y sugerentes recreaciones de los personajes de la tragedia clásica. En La casa muerta no aparecen personajes míticos, pero las referencias al mundo de la tragedia, y en concreto al Agamenón de Esquilo, son evidentes.
La obra lleva como subtítulo Φανταστική καί αὐθεντική ἱστορία μιᾶς πανάρχαιης ἑλληνικῆς οἰκογένειας (Historia imaginaria y real de una muy antigua familia griega). De esta antigua familia sólo quedan dos hermanas que viven recluidas en dos habitaciones de la vieja casona familiar. El resto de las estancias permanecen cerradas y llenas de recuerdos del pasado esplendor. Una de las hermanas, que ha perdido el juicio, recibe a un conocido que trae noticias de su tío. Empieza a hablarle del estado actual de la casa y a recordar el pasado de la familia en un monólogo en el que lo real y lo fantástico, el presente y el pasado, el delirio y la lucidez se mezclan continuamente.
Reproducimos a continuación un breve fragmento con la correspondiente traducción:
Μείναμε τώρα ἐδῶ, σάν ὅταν κόβεις μές στό σούρουπο λουλούδια ἀπ᾽ τον κῆπο,
πολλά λουλούδια γιά τά βάζα τῆς τραπεζαρίας καί γιά τά ὑπνοδωμάτια τῶν πεθαμένων
καί μένουν στά χέρια σου κίτρινοι λεκέδες ἀπ᾽ τή γύρη
καί σκόνη τοῦ δρόμου πού μπαίνει ἀπ᾽ τό κιγκλίδωμα καί πασπαλίζει τούς μίσχους
καί κάτι ἐλάχιστα ζωΰφια, φτερωτά ἤ ὄχι,
καί κάτι λίγες χλιαρές δροσοστάλες,
μαζί μ᾽ αὐτές τίς ἀναπότρεπτες, λεπτότατες ἀράχνες
πού διαμένουν πάντα στά λουλούδια, καί ὅπως σβήνει ρόδινο τό δειλί στά τζάμια
ἔχεις τήν αἴσθηση τοῦ κοφτεροῦ μαχαιριοῦ πού στομώνει
ἀπ᾽ τό αἷμα καί τό γάλα τῶν λουλουδιῶν -μιά σύνθετη, παράξενη αἴσθηση
τρόμου καί φόνου- μιά τυφλή, εὐγενική, μυρωμένη καί ἀπέραντη ὠραιότητα,
μιά ὀλόγυμνη ἀπουσία. Ἔτσι εἶναι. Ὅλα μᾶς παράτησαν.
Ahora ya nos quedamos aquí, como en las manos quedan manchas amarillas de polen
cuando se cortan flores en el jardín al atardecer, muchas flores
para los jarrones del comedor y los dormitorios de los muertos
como el polvo del camino que se cuela por la verja y espolvorea los tallos
como unos cuantos bichos, alados o desalados,
y unas cuantas tibias gotas de rocío,
como esas arañas finísimas e inevitables
que anidan entre las flores, y cuando se apaga el rojo ocaso en los cristales
se tiene la sensación de un cuchillo afilado que se arroma
por la sangre y la leche de las flores -una extraña sensación, mezcla
de terror y asesinato- una belleza ciega, amable, aromática e infinita,
una ausencia desnuda. Así es. Todo nos ha abandonado.
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