El pasado 30 de octubre se han cumplido cien años del nacimiento de Miguel Hernández, una de las voces más personales de la poesía española del siglo XX. Como es sabido, Miguel Hernández se vio forzado por su padre a abandonar la escuela a los 14 años y tuvo que dedicarse a cuidar del rebaño familiar. Por esos años surgió su afición literaria y, en los ratos libres que le dejaba su oficio de pastor, compuso sus primeras poesías, la mayoría de carácter costumbrista o pastoril. A esta época pertenecen los pocos poemas de Miguel Hernández con alusiones al mundo clásico. Uno de ellos, que reproducimos a continuación, lleva por título Las vestes de Eos. Se trata de un poema sobre la sucesión de las estaciones en el que, además de Eos, la diosa griega de la Aurora, aparecen Baco, Adonis, Marte y el dios romano Vertumno, cuyo nombre trastoca Hernández en Vestumnio.
LAS VESTES DE EOS
Eos
tiene
cuatro
vestes:
una
blanca,
que se
ata
cuando
ríe
Floreal;
una
rosa,
que se
toca
cuando el
rudo
dios
Vestumnio
tumba
el oro
del trigal;
una
rubia,
que se
anuda
cuando
Baco
pasa
dando
traspiés
de ebrio
por los
cálidos
viñedos
de uvas
de oro
y de rubí;
y otra
roja,
que se
emboza
cuando
Adonis
en el
bosque
sangra
y muere
bajo el
diente
del dios
Marte
convertido en jabalí.
***
Cuatro
vestes
Eos
tiene:
¡yo las vi!
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