DIDASKALOS

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lunes, 24 de septiembre de 2018

Agamenón de Yannis Ritsos

La editorial Acantilado prosigue con la publicación, en edición bilingüe y con traducción de Selma Ancira, de los monólogos dramáticos de tema mitológico escritos por Yannis Ritsos (1909-1990). Los ocho títulos publicados hasta la fecha no siguen un orden cronológico. El último en aparecer ha sido Agamenón, compuesto entre 1966 y 1970, una época difícil para el autor, que volvió a sufrir arrestos y deportaciones por sus ideas políticas durante la dictadura de los coroneles. A pesar de las dificultades este fue uno de los períodos más prolíficos de su producción poética.


Con Agamenón Ritsos vuelve a ocuparse del drama de los Atridas, que ya le había servido de inspiración para otros dos monólogos: La casa muerta, fechado en 1959, y Orestes, redactado entre 1962 y 1970. En paralelo a la composición de Agamenón trabaja en Crisótemis, que también aborda la trágica historia de la casa real de Micenas. Se trata pues de un tema recurrente, al que Ritsos vuelve una y otra vez para presentarnos un nuevo enfoque y proyectar sobre el pasado mitológico las inquietudes que le ocupan en el presente.

Yannis Ritsos
Como es habitual en estos monólogos una larga acotación inicial sitúa la acción. Agamenón acaba de regresar triunfante a Micenas, se escuchan los tambores y los vítores de la multitud, el aroma de las hojas de laurel pisoteadas se esparce por el ambiente. Desde lo alto de la escalera, cubierta por una alfombra púrpura, Agamenón se vuelve para saludar a su pueblo. Abajo, tirada en el suelo, Casandra vocifera profecías ininteligibles. Agamenón entra en palacio, se despoja del uniforme, deja su casco en el aparador y se recuesta en un lecho. Le acompaña su esposa, Clitemnestra, que muestra una actitud servicial, pero distante. A ella se dirigen las palabras de Agamenón.
Su esposa, bella, severa, imponente, se inclina con una humildad que no casa con su apariencia y le desata las sandalias. Él posa su mano izquierda sobre los cabellos de ella, cuidando de no estropear su precioso peinado. Ella se aparta. Se queda de pie, a cierta distancia. Él sonríe con aire lejano, cansado. Le habla. No se sabe si ella lo escucha.
Ἡ γυναίκα του, ὠραία, αὐστηρή, ἐπιβλητική, σκύβει, μέ μιάν ἀταίριαστη στό ὕφος της ταπεινοφροσύνη, νά τοῦ λύσει τά σανδάλια. Αὐτός ἀποθέτει τ' ἀριστερό του χέρι στά μαλλιά της, προσεχτικά μήν τῆς χαλάσει τήν ὠραία χτενισιά. Ἐκείνη ἀποτραβιέται. Στέκεται ὄρθια, λίγο πιό πέρα. Αὐτός χαμογελάει μακρινά, κουρασμένα. Τῆς μιλάει. Δεν ξέρεις, ἄν τόν ἀκούει.

Ritsos nos presenta a un Agamenón fatigado e indiferente ante las aclamaciones, que solicita a su esposa que le prepare un baño.

          Prepárame un baño caliente, muy caliente; -¿ya lo habías preparado?,
          ¿con hojas de lentisco y de arrayán? Recuerdo su olor,
          acre, tonificante -un abandono; como si de nuevo olisqueara
          la niñez con árboles, ríos y cigarras.

          Ἐτοίμασέ μου ἔνα ζεστό λουτρό, πολύ ζεστό· -τό ἐτοίμασες κιόλας;
          μέ φύλλα σκίνου καί μυρτιᾶς; Θυμᾶμαι τ' ἄρωμά τους,
          ἀψύ, τονωτικό -μιά ἐγκατάλειψη· σά νά ὀσμίζεσαι πάλι
          τήν παιδική ἡλικία μέ δέντρα, μέ ποτάμια, μέ τζιτζίκια.

Pero más que una fatiga física Agamenón experimenta una fatiga vital. No le interesa el botín, ni Casandra, ni el sexo. Se siente viejo y tampoco quiere reconocer los efectos del tiempo en el cuerpo de su esposa, así que rehúsa compartir el lecho con ella. Hay una sensación de renuncia a lo largo de todo el monólogo, de lamento por el tiempo perdido buscando la gloria. Resulta inevitable trazar paralelismos entre las palabras de Agamenón y la situación personal de Ritsos, frisando los sesenta años, con una salud delicada y de nuevo perseguido y recluido por sus ideas políticas. Agamenón evoca los largos años pasados en Troya, recuerda a Aquiles, a Patroclo, a los compañeros caídos, y se pregunta si valió la pena tanto sufrimiento, cuánto hubo de heroísmo y cuánto de secreto egoísmo en su lucha.

           Los otros cayeron -verdaderos valientes (pero, quién sabe,
           con cuánta amargura y cuánto miedo ellos también). No envidié su muerte.
           Y si encomié su heroísmo fue para ocultar
           mi secreta gratitud por estar aún con vida -nada heroico.

           Oἱ ἄλλοι πέσαν -σωστά παλληκάρια, (ὅμωως, ποιός ξέρει,
           μέ πόση πίκρα, πόσο φόβο κι αὐτοί). Δεν τούς τόν ζήλεψα τό θάνατό τους.
           Ἄν ἐγκώμιασα τόν ἡρωϊσμό τους, εἶταν γιά νά κρύψω
           τήν μυστική μου εὐγνωμοσύνη πώς ἐγώ ἀκόμη ζοῦσα -διόλου ἤρωας.

Otro tema recurrente en los monólogos de Ritsos es la incomunicación. El interlocutor asiste siempre en silencio a las palabras del protagonista, que parece que hablara para sí mismo, encerrado cada uno en su propio mundo.

        Creo que no me estás escuchando; -parecería que tienes prisa. Cierto. sí todos tenemos 
                prisa
        de que el otro calle para poder hablar nosotros. Y cada uno de nosotros
        no oye sino sus propias palabras. ¿Qué importancia tienen las palabras? Sólo la acción
        se cuenta y cuenta, -como siempre subrayabas.
¿Crees que se habrá enfriado             
        el agua que me preparaste? No hace falta que vengas conmigo;
        podré arreglármelas solo -me acostumbré allá abajo; y quizá es mejor así.

        Θαρρῶ πώς δέ μ' ἀκοῦς· -σά νά βιάζεσαι. Μά, ναί, ὅλοι βιαζόμαστε
        νά σταματήσει ὁ ἄλλος, νά μιλήσουμε ἐμεῖς. Καί καθένας μας
        μονάχα τά δικά του λόγια ἀκούει. Τί σημασία ἔχουν τά λόγια; Μόνο ἠ πράξη
        μετριέται καί μετράει, -ὅπως τόνιζες πάντα.
Λές νἄχει κρυώσει             
        τό νερό πού μού ἐτοίμασες; Δέ χρειάζεται νἄρθεις μαζί μου·
        τά καταφέρνω μόνος μου -συνήθισα κεῖ κάτω· κ' ἴσως καλύτερα ἔτσι.

Crátera de figuras rojas con el asesinato de Agamenón. Boston Museum of Fine Arts.


Con sus frecuentes alusiones al baño Agamenón parece presentir su muerte inminente, e incluso conocer las intenciones de su esposa. Recuerda cómo le flaquearon las piernas al pisar la alfombra roja, por momentos se siente como un cadáver que se contempla a sí mismo, a su alrededor todo tiene la consistencia y la transparencia del vidrio y se apodera de él una extraña clarividencia que le permite vislumbrar lo que hay más allá de los objetos.

           Antes de poner la mano sobre el pomo de la puerta, antes de abrir,
           antes de entrar en la sala, ya he visto el canapé, las sillas,
           y el espejo que reproduce la imagen del muro opuesto con el cuadro
           de una antigua batalla naval. Antes de entrar en el baño 
           veo las hojas del arrayán flotar en el agua y las caras hinchadas
           de los vapores subir al techo y agolparse junto al tragaluz. Aun
           en el momento de mi muerte más o menos distingo.

           Πρίν βάλω τό χέρι μου στό πόμολο τῆς πόρτας, πρίν ἀνοίξω,
           πρίν μπῶ στήν αἴθουσα, ἔχω κιόλας δεῖ τόν καναπέ, τίς καρέκλες,
           καί τόν καθρέφτη πού εἰκονίζει τόν ἀπέναντι τοῖχο μ' ἔνα κάδρο
           κάποιας πανάρχαιης ναυμαχίας. Πρίν μπῶ στό λουτρώνα
           βλέπω τά φύλλα τῆς μυρτιᾶς νά ἐπιπλέουν στό νερό καί τά πρησμένα πρόσωπα
           τῶν ἀτμῶν ν' ἀνεβαίνουν στό ταβάνι, να συνωθοῦνται στό φεγγίτη. Ἀκόμη
           ὥς καί τήν ὥρα τοῦ θανάτου μου διακρίνω περίπου.

A pesar de las premoniciones Agamenón no se resiste a su destino. Al final del monólogo él mismo se levanta, resuelto, casi impaciente, y se dirige al baño.

Al baño, al baño               
            se va a enfriar el agua, ya se debe haber enfriado. Voy. Tú quédate; -no vale la pena. 
                    ¿Insistes? -Ven.

Στό λουτρό, στό λουτρό,               
            Θά κρυώσει τό νερό, θἄχει κρυώσει. Πηγαίνω. Ἐσύ μεῖνε· -δέ χρειάζεται. 
                    Ἐπιμένεις; -Ἔλα.

Como ocurría en las tragedias clásicas, fuera de la escena se desarrolla el sangriento desenlace, del que da cuenta la acotación que cierra la obra: se rompe el silencio con una nueva profecía de Casandra; se escucha ruido de tambores y trompetas; un hombre entra en la sala con una espada ensangrentada, coge el casco que está sobre la consola y vuelve a salir; aparece finalmente Clitemnestra, pálida, esbelta, muy bella (ὠχρή, ὐψυλή, πανέμορφη).

Clitemnestra (1893). John Collier. Guildhall Art Gallery.


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