Otra de mis lecturas navideñas ha sido
Rebétiko. La mala hierba, un cómic del dibujante francés David Prudhomme, premiado en el festival de Angoulême de 2010 y publicado en español por ediciones
sins entido.
El cómic surge de la especial fascinación que siente el autor por este estilo musical griego, según confiesa en la introducción:
No soy griego, ni mucho menos músico. Ya hace tiempo que no fumo.
Sin embargo, desde que descubrí esa música llamada rebétiko, su universo y el espíritu libertario que rebosa me tienen subyugado. Al principio me intrigó el medio en que había nacido el género, los barrios de mala reputación, las cárceles y los fumaderos de hachís de los puertos de El Pireo, Tesalónica y Atenas.
Luego me conquistó la personalidad de los músicos, los rebetes, unos marginados, hermanos en la desgracia y el exilio. Personas desarraigadas procedentes de Turquía y las islas griegas que malvivián en los arrabales de las grandes ciudades.
En esta introducción David Prudhomme hace una breve caracterización de la música
rebétiko, destacando sus semejanzas con el
blues, el tango o el fado y sus poderosos vínculos con Oriente.
La historia está ambientada en la Atenas de 1936, al comienzo de la dictadura de
Metaxás, que impuso la censura en las letras de las canciones. La acción se desarrolla durante un día, o más bien una noche. Un grupo de músicos se reúne y acude a la cárcel para esperar la salida de un compañero que cumple condena. A partir de ahí se inicia un recorrido por los barrios populares de Atenas y algunos locales de rebétiko, que se prolongará durante toda la noche hasta bien entrada la mañana. Los personajes principales están inspirados en auténticos
rebetes de los años 30, de los que el autor se sirve para novelar las correrías nocturnas de estos músicos.
David Prudhomme consigue con un estilo muy expresivo y personal recrear en esta obra el ambiente de los suburbios atenienses y las tabernas de rebétiko, antes de que este estilo musical se popularizara, entrara en el mercado de las discográficas y perdiera parte de su autenticidad. En ocasiones sus viñetas recuerdan los dibujos que hiciera en su día Toulouse-Lautrec de los músicos, bailarinas y clientes en los cafés y cabarés de París.
Como muestra del magnífico trabajo de David Prudhomme ofrecemos unas páginas del cómic, en las que los protagonistas improvisan con sus buzukis y baglamás y reciben la incorporación de una hermosa cantante que se une al grupo.