DIDASKALOS

DIDASKALOS

domingo, 17 de diciembre de 2017

Zigzag entre naranjos amargos

La desaparecida editorial 451 Editores contaba en su catálogo con un par de títulos de literatura griega: La señora Kula, de Menis Kumandareas, y la novela de Ersi Sotiropulu (Patras, 1953) que traemos hoy a ΔΙΔΑΣΚΑΛΟΣ.


Zigzag entre naranjos amargos (Ζιγκ ζαγκ στις νεραντζιές) se publicó en Grecia en 1999 y obtuvo inmediato reconocimiento al recibir ese año el Premio Nacional de Literatura y el Premio Nacional de la Crítica, concedido por la prestigiosa revista Διαβάζω. En la novela de Sotiropulu cinco personajes vulnerables, insatisfechos e inadaptados zigzaguean por la vida mientras sus historias se entrecruzan. Lía está ingresada en un hospital, aquejada de una extraña enfermedad. Su hermano Sid, diminutivo de Isídoros, lleva una vida desordenada en compañía de un exótico pájaro que habla. En un bar conoce a July, una joven que estudia para convertirse en ATS. Sotiris es un enfermero solitario que trabaja en Atenas en el mismo hospital donde se encuentra Lía. Acude de vez en cuando a visitar a sus padres, que son de un pueblo de la costa. Allí vive también Nina, una niña de doce años en tránsito hacia la adolescencia con una imaginación desbordante. Todos ellos intentan sobrellevar lo absurdo de su existencia y superar su soledad buscando una vía de escape, que bien puede ser el amor, la muerte o la literatura.
La versión de la obra al español es el fruto del trabajo colaborativo de once traductores que participaron en el año 2006 en un seminario sobre la obra de Sotiropulu. A pesar de haber intervenido tantas manos el resultado no se resiente, gracias a la coordinación de Julia Osuna Aguilar y Francisco González López.

Ersi Sotiropulu
El libro apareció en español en 2008 y, aunque ya no se reedita porque la editorial ha cerrado, todavía es posible adquirirlo en librerías de segunda mano o de ocasión. Yo lo encontré en Urueña, un pueblo de la provincia de Valladolid que destaca por su hermoso centro histórico y por las librerías que salpican su recinto amurallado.
Como tantos autores griegos Ersi Sotiropulu no sólo cultiva la novela, sino también el relato corto y la poesía. Una selección de sus poemas ha sido publicada en español en edición bilingüe por la editorial Luces de Gálibo, con traducción de Vicente Fernández González. Sus audaces imágenes no siempre son fáciles de comprender, por lo que los poemas resultan a veces un tanto desconcertantes.


Cerramos esta entrada con el titulado Calles estrechas calles rectas etc. y con uno de los poemas visuales incluidos en el libro.

     Cuando me hurgo la nariz
     el oscuro trazado
     me colma de éxtasis y secreta alegría.
     Dondequiera que entren los dedos
     encuentran su camino
     y vuelven cargados.
     Nunca se pierden.

     Pienso en Patras
     un clavo en el mar
     en mi madre y mi padre
     y en Einstein.

     Por la noche suelo dormir tarde.


     Όταν καθαρίζω τη μύτη μου
     η σκοτεινή ρυμοτομία
     με γεμίζει έκσταση και κρυφή χαρά.
     Όπου και να χωθούν τα δάχτυλα
     βρίσκουν το δρόμο τους
     και γυρίζουν φορτωμένα.
     Ποτέ δεν χάνονται.

     Σκέφτομαι την Πάτρα
     στο καρφί της θάλασσας
     τους γονείς μου
     και τον Αϊνστάιν.

     Το βράδυ κοιμάμαι συνήθως αργά.




martes, 14 de noviembre de 2017

Visita a Carranque

El pasado jueves 9 de noviembre visitamos el parque arqueológico de Carranque con sesenta alumnos de 2º, 3º, 4º de ESO y 1º de Bachillerato. El autobús inicialmente previsto se quedó pequeño y tuvimos que contratar un minibús con 18 plazas adicionales. Después de dos horas largas de viaje cruzamos un llamativo puente colgante peatonal sobre el río Guadarrama para dirigirnos al centro de interpretación del parque.



Allí nos estaban esperando un arqueólogo y una ceramista, los dos monitores responsables del taller de cerámica romana que íbamos a realizar. Empezaron con una exposición muy didáctica y amena sobre las técnicas alfareras romanas y la importancia de la cerámica para la datación de los yacimientos arqueológicos. Luego nos explicaron las piezas con las que íbamos a trabajar: una lucerna, una máscara de tragedia y una máscara del dios Sol. Con la teoría bien aprendida pasamos al taller para ponernos manos a la obra. En apenas media hora, con la orientación de los dos monitores, cada uno de los sesenta alumnos modeló sus tres piezas, las guardó en sus cajas de cartón y recogió el material, todo un ejemplo de lo eficaces que podían llegar a ser los talleres de producción en serie romanos.








Después del trabajo llegó el momento de recorrer el yacimiento divididos en dos grupos, cada uno con su guía. Pudimos contemplar los restos de la espléndida villa de Materno, del siglo IV d. C., con sus suelos de mosaico magníficamente conservados.





También visitamos el edificio palacial, un poco posterior a la villa, del que todavía se mantienen en pie un muro y algunas columnas monolíticas de mármol, traídas desde lejanas canteras de Anatolia hasta este otro extremo del Imperio. Todo un indicio del lujo en el que vivían los grandes propietarios romanos.



Aprovechando que hacía un día soleado comimos al aire libre en un merendero que hay en las inmediaciones del centro de interpretación, antes de hacernos una última foto de grupo en el puente colgante y subir de nuevo a los autobuses rumbo a Tomelloso.




Las fotos que ilustran esta entrada han sido tomadas por nuestra compañera Yolanda Arjona.

miércoles, 8 de noviembre de 2017

Queronea, un cómic sobre otra batalla de la Grecia clásica

Los trescientos espartanos que cayeron defendiendo el paso de las Termópilas frente a los persas se ganaron la gloria inmortal gracias al relato que hizo Heródoto de su hazaña. Frank Miller adaptó la historia al cómic en su álbum 300, todo un clásico del género, que alcanzó gran popularidad tras su versión cinematográfica. Casi siglo y medio después de la batalla de las Termópilas, en la llanura de Queronea, otros trescientos hoplitas, en esta ocasión tebanos, murieron heroicamente luchando contra el ejército de Filipo II de Macedonia. Laura Rubio (Zaragoza, 1995) se ha inspirado en este episodio para el argumento de Queronea, un cómic más breve e intimista que 300, pero ambientado también en una sangrienta batalla de la Grecia clásica.


En el año 338 a. C. Filipo acabó con la resistencia de las polis griegas a la hegemonía macedonia derrotando en Queronea a un ejército liderado por atenienses y tebanos. Laura Rubio nos presenta la batalla desde la perspectiva del propio Filipo. Mientras se desarrollan los combates escuchamos la voz interior del rey, que reflexiona sobre la guerra, la destrucción y el heroísmo, y evoca un período de su infancia pasado como rehén de los tebanos, a los que ahora se enfrenta.
El cómic se abre con con el recuerdo de Creso, el rey de Lidia que consultó al oráculo de Delfos antes de atacar el imperio persa. En estas páginas iniciales la autora rinde su particular homenaje a la cerámica antigua de figuras rojas, uno de los precedentes últimos del cómic, imitando su estilo y sus colores. Incluso llega a copiar la escena de un ánfora conservada en el Louvre, que reproduce el episodio de Creso.



Laura Rubio reconoce su deuda con el arte de vasijas griego, en el que se inspiran no sólo las primeras páginas, sino los tonos ocres que predominan a lo largo de todo el cómic. Únicamente se añaden pinceladas de un rojo intenso para destacar la sangre o el color del cielo al atardecer. El gusto por grandes viñetas enmarcadas en negro que ocupan una página completa, o incluso dos, nos recuerda a las escenas centrales rodeadas por barniz negro que decoraban el cuerpo de los antiguos vasos griegos.


En la batalla de Queronea jugó un papel destacado Alejandro, que dirigió la caballería macedonia y sucedería a su padre tan sólo dos años después. Una viñeta en la que se le representa a caballo parece estar inspirada en el Alejandro triunfador de Isos, motivo central del famoso mosaico de la casa del Fauno en Pompeya.



Pero los verdaderos protagonistas de la historia son los miembros del escuadrón sagrado de Tebas y, sobre todo, Filipo, que es presentado como un personaje vulnerable, acosado por sus recuerdos y lamentando no haber podido sustraerse al efecto destructor de la guerra, precisamente en el momento de su victoria más señalada.


Al final del cómic se incluyen unos extras en los que la autora nos acerca a las fuentes históricas en las que se ha inspirado y añade detalles sobre sus protagonistas. La última página es para el león de Queronea, el imponente monumento funerario levantado en honor de los tebanos caídos, que he tenido ocasión de visitar en mi último viaje a Grecia.



Queronea está publicado por la editorial zaragozana GP Ediciones. Se puede adquirir en librerías o a través de la página web de la editorial. Yo elegí esta segunda opción y tuvieron la amabilidad de enviarme un ejemplar dedicado por la autora.


domingo, 15 de octubre de 2017

Cuatro estaciones de Costas Mavrudís

Costas Mavrudís (Tinos 1948) es una de las voces más personales de la poesía griega contemporánea. Aparte de traducciones ocasionales de sus poemas en revistas literarias, dos de sus poemarios han sido publicados completos en edición bilingüe griego-español. El préstamo del tiempo (Το δάνειο του χρόνου) fue editado en 2001 por Miguel Gómez Ediciones. Hoy comentamos Cuatro estaciones (Τέσσερις εποχές), publicado por Pre-textos en 2014. Ambos libros han sido vertidos al español por Vicente Fernández González, todo un referente en la traducción de poesía griega, galardonado en dos ocasiones con el Premio Nacional de Traducción. La editorial asturiana Hoja de Lata acaba de editar además una colección de relatos del autor, La inmortalidad de los perros.


Cuatro estaciones está compuesto por catorce poemas que remiten a sendos recuerdos del autor relacionados con alguna de las estaciones del año. Los poemas no siguen, sin embargo, una secuencia cronológica ni están agrupados por estaciones, sino que responden al orden caprichoso de la memoria del poeta. Todos ellos hacen referencia a uno de los temas favoritos de Mavrudís: el tiempo, su lento e inexorable curso, y la obsesión por restituir el pasado y fijarlo en el poema. Un pasado que se muestra, no obstante, inasible, con lagunas que escapan al control del poeta.
Conocemos los hechos pasados, sí, pero ellos se muestran inescrutables (hay algo "en su lugar"), si quieres, la silueta de tiza en el asfalto donde cayó el cuerpo.
Ενώ λοιπόν γνωρίζουμε τα παλιά γεγονότα, εκείνα δείχνουν ανεξιχνίαστα (υπάρχει κάτι "αντ' αυτών"), μπορείς να πεις περίγραμμα της κιμωλίας στην άσφαλτο, εκεί όπυ έπεσε το σώμα.
A pesar de esa imposibilidad de volver realmente al pasado, el poeta se esfuerza por reconstruir minuciosamente sus recuerdos. Todos los sentidos están alerta para registrar hasta el más mínimo detalle: el aroma del alcohol y el eucalipto en la habitación del enfermo, el tintineo de una moneda al caer en una cabina telefónica, el tacto del pomo de porcelana de una puerta, la temperatura que marca el termómetro luminoso de una farmacia...

Costas Mavrudís

Según revela Vicente Fernández González en el prólogo de esta edición, Mavrudís es un coleccionista que acude los fines de semana a los rastros de Atenas y El Pireo en busca de objetos antiguos, objetos como los que aparecen en estos poemas y hacen despertar el recuerdo: viejas herramientas de un taller de zapatero, una edición de Madame Bovary anotada por el padre del poeta, postales y fotografías antiguas. Otras veces una llamada inesperada de teléfono, una consulta en una enciclopedia sobre el personaje que da nombre a una calle, o el olor que desprende la madera de un lápiz al ser afilado es el detonante que activa los mecanismos del recuerdo.

         Inesperadamente se presentó
         el ectoplasma del aula grande,
         el edificio y el cielo hundido antes de la lluvia.
         Afilaba yo primorosamente un lápiz
         embargado por su aroma de Bohemia.
         El maestro (gabardina beis inglesa
         hasta los zapatos) miraba la ventana.
         "¡Viene tormenta!", dijo.

         Αιφνιδιαστικά εμφανίστηκε
         το εκτόπλασμα της μεγάλης μας τάξης,
         το κτίριο κι ο χαμηλός ουρανός πριν τη βροχή.
         Έξυνα περίτεχνα ένα μολύβι
         έμπλεος στο βοημικό του άρωμα.
         Ο δάσκαλος (μπεζ αγγλική καμπαρντίνα
         ως τα παπούτσια) κοίταξε το παράθυρο.
         "Έρχεται καταιγίδα!", είπε.

Las paradojas del tiempo, la relatividad de lo que es pasado, presente y futuro es un tema recurrente. Por ejemplo en una Nochevieja en París, cuando un viandante a las tres de la madrugada le espeta al narrador del poema: "¡1977! Este año una vez fue futuro". O en otra de las piezas del libro, ambientada en una decadente ciudad balneario, metáfora del inexorable transcurrir del tiempo.

         Ciudades de la tercera edad con baños termales,
         seres que circulan
         procurándose una prórroga.
         Contemplan las barcas que parten
         sin sospechar la evidente metáfora.
         En sus dormitorios han vivido otros
         y, como ocurre en los hoteles y en la vida,
         siempre eres el siguiente y al mismo tiempo el anterior.

         Πόλεις της τρίτης ηλικίας με θερμά λουτρά,
         υπάρξεις που κυκλοφορόυν
         εξασφαλίζοντας παράταση.
         Κοιτάζουν τα πλοιάρια που αναχωρούν
         χωρίς να υποψιάζονται την προφανή μεταφορά.
         Στα υπνοδωμάτιά τους έχουν κατοικήσει άλλοι
         και, όπως συμβαίνει στα ξενοδοχεία και στη ζωή,
         πάντοτε είσαι ο επόμενος ενώ συγχρόνως προηγείσαι.

Son variados los escenarios en los que se desarrollan los poemas. Los recuerdos de infancia se suponen ambientados en la isla natal del poeta, pero otros se sitúan en París, Salzburgo, Lutraki o Badalona. El autor establece una especie de juego con el lector, al que interpela en varias ocasiones queriendo hacerle partícipe de sus recuerdos, pero sin revelar del todo cuánto hay de real y de ficticio en ellos. Y es que a veces lo fingido forma parte también del recuerdo, como ocurre con ese desconocido, tumbado plácidamente al sol en la playa de Badalona, al que el autor imagina en una noche de insomnio camino de la cocina, pasando ante la habitación de su hijo. El desconocido, sin saberlo, con la complicidad del lector, ha quedado cautivo en el poema, se ha instalado ya en el tiempo.
En ocasiones el poema parte de una fotografía, una imagen fija sobre la que Mavrudís proyecta el recuerdo, pero también su imaginación, para contar lo que pudieron hacer o sentir los personajes que allí aparecen. Es esta una de las potencialidades de la poesía, que instituye relatos en un lugar sin acontecimientos.


Desde el punto de vista formal Mavrudís adapta el poema a los cambios de ritmo narrativos. En una misma pieza se pueden alternar extensos pasajes de prosa poética, versos de extensión normal y versos mínimos, de una sola palabra o una sílaba. Es entonces cuando la cadencia del poema se reduce para marcar un momento especial y la percepción se agudiza para captar un detalle ínfimo. Como las partículas de polvo de tiza que caen despacio, de forma casi imperceptible, sobre los zapatos del maestro.

          el maestro con dedos blancos
          dibujaba en la pizarra una consonante
          se volvía miraba a la clase
          mientras
          in-
          grá-
          vi-
          da
          como
          polvo
          de
          e-
          ter-
          ni-
          dad
          ca-
          í-
          a
          len-
          ta-
          men-
          te
          la
          ti-
          za
          en
          sus
          za-
          pa-
          tos 

          ο δάσκαλος με άσπρα δάχτυλα
          ζωγράφιζε στον πίνακα ένα σύμφωνο
          γύριζε έβλεπε στην τάξη
          ενώ
          α-
          βα-
          ρής
          σαν
          σκόνη
          αι-
          ω-
          νιό-
          τη-
          τας
          έ-
          πε-
          φτε
          αρ-
          γά
          η
          κι-
          μω-
          λία
          στα
          πα-
          πού-
          τσια
          του

Utilización de la forma en ayuda del concepto, a modo de caligrama, y obsesión por el tiempo, imposible de manejar por mucho que el poeta se esfuerce por volver atrás y se resista a poner un punto final a sus poemas

          Nadie encuentra de nuevo 
          su lugar de antes.
          (...)
          En el helado Salzburgo o cualquier otra parte,
          sea o no Navidad
          todo
          al
          futuro
          avanza.
          En 
          una 
          dirección
          caminamos,
          (...)
          en el
          mismo 
          sentido
          vamos
          todos

          Κανέις δεν ξαναβρίσκει
          την παλιά του θέση.
          (...)
          Στο παγωμένο Ζάλτσμπουργκ ή αλλού,
          Χριστούγεννα ή όχι,
          όλα
          στο
          μέλλον
          προχωρούν.
          Σε
          μια
          κατεύθυνση
          βαδίζουμε,
          (...)
          στην 
          ίδια
          ευθεία
          όλοι
          πάμε
 
Salzburgo

sábado, 7 de octubre de 2017

viernes, 29 de septiembre de 2017

Algo va a pasar, ya lo verás

Κάτι θα γίνει, θα δεις es el título griego de una colección de relatos de Christos Ikonomou, publicada en español por Valparaíso Ediciones con traducción de Maila García Amorós. La edición original griega apareció en 2010, poco después de desatarse la crisis de la deuda, pero cuando ya eran evidentes sus devastadores efectos sobre la sociedad.


Las catorce historias que componen el volumen están ambientadas en Nicea, Pérama, Keratsini, Drapetsona, Koridalós..., barrios del extrarradio de Atenas y El Pireo donde la recesión económica y el desempleo han hecho estragos en estos años. Son historias de supervivientes que conviven con la miseria, la marginalidad y la explotación, pero que aprietan los dientes y se esfuerzan por mantener la dignidad y no ceder a la desesperación. Como la joven abandonada por su pareja, que acaba de marcharse llevándose todos sus ahorros; el muchacho que hace guardia por las noches en las escaleras de su edificio para proteger el barrio de unos maleantes; el padre que siente en el estómago las punzadas del hambre y sale a buscar comida para su hijo; esos jubilados que hacen cola de madrugada ante el ambulatorio de la Seguridad Social; una pareja amenazada de desahucio; o el camarero que cuenta historias a sus clientes en una noche de apagón.

Portada de la edición griega
El relato titulado Sangre de cebolla tiene una relación especial con España. Su protagonista trabaja en una fábrica de cubitos de hielo:
Mijalis, el tipo que salía a hacer los repartos se lo tomaba muy en serio. Decía que pocos trabajos eran tan duros como el suyo. Cogía un cubito de esos con un agujero en el medio -ladrones los llamábamos- y se lo metía en el puño. En cuestión de segundos el cubito empezaba a derretirse. En dos minutos era ya agua. En cinco había desparecido.
¿No es terrible? me preguntaba. Hacer algo que sabes que inmediatamente después va a dejar de existir. ¡Qué inhumano!
Mijalis está fascinado con España. Ha aprendido español de forma autodidacta, admira la poesía de Miguel Hernández y sueña con visitar algún día el país. 
Decía que encontraría a una española de ojos brillantes y dientes blanquísimos y viajarían juntos por todo el país. Irían a la tierra de Don Quijote a ver los molinos y los inmensos viñedos. Bajarían a las orillas del Guadalquivir y subirían a Sierra Nevada e irían a todas las ciudades que Mijalis sólo había visto en el mapa, pero cuyos nombres prometían: Badajoz, Almendralejo, Villafranca de los Caballeros. Sueños. Sueños. Para personas como nosotros los sueños son como los cubitos, tarde o temprano se derriten. Pero no le decía nada.
En un entorno cada vez más deshumanizado los personajes de Ikonomou luchan por mantenerse a flote aferrándose a un sueño, aunque sea una quimera que al final se derrite, o aunque haya que proyectarlo hacia el pasado, como se lamenta otro de sus protagonistas:
Miro a mi hijo y en vez de mirar hacia adelante, miro hacia atrás y siento una gran vergüenza, como si la nostalgia fuera un crimen. No hago más que soñar con el pasado. Sueño con cómo sería todo si las cosas hubieran sido de otra manera. Pero es una locura, ¿verdad? Se supone que tienes sueños para el porvenir no para el pasado, ¿no es así?
Sin caer en el sentimentalismo Christos Ikonomu consigue con este libro componer un mosaico de historias en las que, a pesar de su crudeza, la confianza en la dignidad humana logra imponerse a la desesperanza.

Christos Ikonomu

 

domingo, 24 de septiembre de 2017

Empezando con el alfabeto griego

Un año más empezamos el curso aprendiendo el alfabeto griego, esa especie de código secreto que nuestros alumnos tienen que dominar cuando se inician en el estudio de la lengua griega. Las letras griegas tienen un poder especial: la primera y la última simbolizan el principio y el fin, muchas se utilizan en física y matemáticas, se puede hacer un alfabeto completo con marcas comerciales, alguna incluso te puede llevar hasta una isla; pero su uso básico es el de transcribir una de las lenguas más antiguas del mundo. Para aprender los trazos de las letras resulta útil este vídeo de un compañero de Canarias.



Se pueden memorizar más fácilmente los nombres de las letras aprovechando varias canciones sobre el alfabeto. El mismo propósito tiene el bingo del alfabeto griego, que reelaboré hace unos años a partir de una idea de Mario Díaz. Este curso he preparado un nuevo material que comparto ahora en ΔΙΔΑΣΚΑΛΟΣ: un cuestionario en Kahoot! con el que revisar el alfabeto de una forma lúdica y divertida.

 

martes, 12 de septiembre de 2017

Lecciones de democracia

La democracia surgió del alma de los griegos, que desde Homero y Hesíodo habían comprendido que la vida de cada ser humano es única y más valiosa que cualquier tesoro o cualquier ambición. Surgió de su afán por defender lo inherente al hombre, de su incesante búsqueda de lo universal, y del convencimiento de que la idea de justicia y el impulso de la voluntad habitan por naturaleza en cada uno de los seres humanos. La democracia surgió de una búsqueda a tientas de algo sin precedentes, surgió de un arduo proceso de toma de conciencia, de conciliación y de renuncia, anterior y ajeno a las victorias sobre los persas. Y el logro fue enorme: nunca la opinión de un hombre común tuvo tanto peso político.
Leandro es un hombre común, un ateniense que la víspera de la batalla de Maratón vuelve de hacer su guardia. Quedan dos horas para el amanecer de una jornada decisiva en la que la joven democracia pondrá a prueba su fortaleza. En torno a las hogueras del campamento los soldados descansan. Uno de ellos despierta sobresaltado por una pesadilla. Se inicia una conversación sobre el significado de las visiones enviadas por los dioses. Leandro empieza a contar su historia.


Leandro es un personaje de ficción cuya vida corre en paralelo al intrincado proceso por el que los atenienses, a finales del siglo VI a. C., inventaron algo nuevo: la ciudadanía.
Hasta aquel momento el hombre no había sido nunca ciudadano. Existían en el mundo culturas piramidales, de poder concentrado en un rey-dios o repartido entre una casta, pero no culturas de ciudadanía. La ciudadanía nació en este lugar, con aquellos que, por vez primera, se reconocieron mutuamente como partícipes de un "poder indefinido", de una ἀόριστος ἀρχή que emana de la esencia política de la propia sociedad, que está siempre vigente en el conjunto de sus miembros, y de la que cada uno de ellos es legítimo portador activo cuando se pronuncia en la asamblea o en los tribunales. Fue así, con este pacto consciente, como nació la democracia. 
La apacible vida de Leandro toma un rumbo inesperado cuando con dieciséis años se despide de su padre y emprende un viaje para cerrar un trato comercial en el Quersoneso.


Su regreso a Atenas coincide con la fiesta de las Panateneas, en la que Hiparco, uno de los tiranos, va a ser asesinado. A partir de entonces se desencadenan los acontecimientos y ya nada volverá a ser igual.



El relato de Leandro va captando el interés de los soldados acampados, que se arremolinan alrededor del fuego, entre ellos una pareja singular, el fornido Cinégiro y su hermano, que con el tiempo será uno de los poetas trágicos de Atenas.


Leandro prosigue con su historia y rememora su estancia en Delfos, donde acude después de salir huyendo de la convulsa Atenas. En el santuario de Apolo es testigo de oscuras intrigas y conoce a un personaje controvertido y a la vez decisivo para la historia de la democracia: Clístenes.


Por los recuerdos de Leandro van desfilando las grandes figuras de la historia ateniense. Como el sabio, poeta y legislador Solón, con el que arranca el lento camino hacia la democracia.
En los días de Solón, el proceso que con el tiempo acabaría conduciendo a la democracia se puso en marcha a raíz de una desigualdad económica que generaba una injusticia social. El poeta intentó crear un sistema para que los ricos no pudieran abusar de los pobres, intentó desvincular el poder de la riqueza y vincular la soberanía al individuo; intentó corregir la desigualdad económica avanzando hacia la igualdad política; e intentó, sobre todo, que la libertad dejara de estar supeditada a la posesión de recursos.

El tirano Pisístrato no es presentado con rasgos muy negativos, pero sus hijos Hipias e Hiparco, el reaccionario Iságoras y su aliado, el rey espartano Cleómenes son personajes grotescos, cercanos a la caricatura.





También los dioses tienen su papel en la historia. Atenea se aparece en sueños a Leandro en varias ocasiones para darle consejo y mostrarle el camino. Apolo y Dioniso, razón y frenesí, son dos polos opuestos y complementarios, los motores del cambio que se opera para instaurar la democracia.



Pero a partir del impulso de los dioses el mérito de construir el estado democrático es de los hombres.
El Estado nació como una organización orientada a defender el interés común y los derechos individuales frente a los intereses particulares y la arbitrariedad de las familias poderosas y de sus instrumentos de dominio. Es decir, desde el primer paso, el Estado comenzó a construirse como un Todos frente a un Ellos.

Clístenes (...), con su reforma, creó una nueva sociedad sobre la cual era posible imaginar que llegase a arraigar la igualdad política. Fue un triunfo declarado de la igualdad sobre la identidad. (...) La identidad era una herencia involuntaria, determinante y, a menudo, excluyente; la igualdad, en cambio, era una conquista, y sólo sobre ella podría construirse la ciudadanía.


Desde dos aproximaciones muy diferentes, los dos libros de los que están tomadas las imágenes y las citas de esta entrada nos hacen reflexionar sobre el significado y vigencia de la antigua democracia ateniense. El primero es una novela gráfica, publicada por Alianza editorial con dibujos de Alecos Papadatos y color de Annie Di Donna, el mismo equipo responsable de Logicomix. El guión es del propio Papadatos en colaboración con Abraham Kawa.


El segundo es un cautivador ensayo de Pedro Olalla, quien sabe hacer hablar como nadie a las ruinas y los paisajes de Grecia. En Grecia en el aire (Acantilado 2015) nos ofrece un recorrido físico e intelectual por los lugares de Atenas en los que se forjó la democracia, un paseo que arranca en la colina de las Ninfas y en la Pnyx, se detiene sobre todo en el ágora y se prolonga por el Cerámico hasta la Academia. Pero no se trata tan sólo de un itinerario arqueológico y un documentado estudio sobre la democracia antigua. En unos días en los que muchos dan lecciones de democracia, atribuyéndose la etiqueta de demócratas de un modo excluyente, el libro de Pedro Olalla va más allá, acude a los orígenes e intenta sacudir las conciencias reflexionando sobre la distancia que nos separa de los antiguos atenienses y lo lejos que estamos de alcanzar sus logros.
Veintiséis siglos después, no sólo no ha sido erradicada la esclavitud por deudas, sino que el objetivo único de los poderes que ahora nos gobiernan no parece ser otro que ese: esclavizar de facto a la humanidad a través de la deuda.
El paseo prosigue por el ágora levantada en tiempo de los romanos, cuyo concepto de ciudadanía, diferente al de los griegos, está en la base de los estados actuales.
La ciudadanía griega fue para quien la tuvo una exigente prerrogativa de acción, de implicación y de responsabilidad política; la ciudadanía romana, en cambio, fue para la mayoría de quienes la ostentaron una mera salvaguarda de garantías jurídicas sin derecho a la participación real en la política. Desde entonces somos más ciudadanos romanos que griegos, y las "democracias" que ha habido hasta hoy en día descienden mucho más de la sangre del republicanismo romano que de aquel denodado proyecto ateniense cuyo nombre -atrevámonos a decirlo- se permiten seguir usurpando.
El destino final es la plaza de Sintagma, donde se levanta el Parlamento griego, el antiguo palacio real ante el que se congregó el pueblo en 1843 para arrancar del rey Otón el compromiso de una Constitución. La misma plaza en la que se alza el ciprés junto al que se suicidó el farmaceútico Dimitris Christoulas, el epicentro de las protestas de los últimos años en contra de memoranda, decretos y recortes, un lugar apropiado para evocar el recuerdo de Antígona.
Antígona nos descubrió algo tan sorprendente y tan rotundo como que la democracia necesita para su supervivencia de la desobediencia civil. Siempre que concibamos la democracia como una creación en desarrollo y no como un hecho consumado, tenemos que aceptar el potencial de esa desobediencia como alerta contra el conformismo, como cuestionamiento permanente de legitimidad, y, más aún, como lícito recurso colectivo para atajar la nefasta tendencia política a que la ética sea sustituida por el derecho. (...) Esa desobediencia se convierte en alarma y en llamada al diálogo para buscar nuevo consenso sobre la legitimidad moral de la ley; se revela como fuerza vivificadora que hace avanzar la democracia; y, lejos de erigirse en su enemiga, se erige lealmente en su conciencia.
En Sintagma culmina este recorrido por el espacio y el tiempo, esta invitación a la acción, a aceptar la herencia y el desafío de la antigua democracia ateniense, a asumir que no se puede construir un mundo diferente sobre una sociedad indiferente.