A finales de 2010 descubrí en internet una luminosa ventana
abierta a los mares de Grecia. A través de ella no sólo se contemplan
espléndidas vistas, también se puede escuchar el sonido del viento, el rumor
de las olas, retazos de conversaciones y melodías de canciones. Llega hasta nosotros el olor del salitre, de los pinos y los cipreses, o el aroma de
algún plato cocinado con mimo en una taberna junto al mar. La responsable de mantener
abierta esa ventana para que nuestro ordenador se inunde periódicamente con los
colores, sonidos, aromas y sabores de Grecia es Ana Capsir, autora del blog
Navegando por Grecia.
Ana Capsir es bióloga, navegante y viajera. Descubrió Grecia
hace más de veinte años y se enamoró del país, donde reside una parte del año. Decidió
compartir sus recuerdos y vivencias en un blog, cuyas entradas han sido
recopiladas recientemente por Ediciones Casiopea en forma de libro con el
título de Mil viajes a Ítaca.
Para los que visitamos habitualmente Navegando por Grecia es
un placer releer de un tirón las entradas que han ido apareciendo estos años en
el blog. Quienes no lo conozcan tienen ahora la oportunidad de descubrir a una
autora con una voz y un estilo muy personales, que hacen inconfundibles sus historias. A pesar de su brevedad y aparente sencillez los relatos de
Ana son fruto de una cuidadosa elaboración. Están cocinados a fuego lento, con una
buena dosis de ternura y admiración hacia los griegos, y condimentados con
ironía, sentido del humor y una pizca de nostalgia, a la que se añaden en
ocasiones unas gotas de amargura ante los padecimientos que ha traído la
crisis en los últimos tiempos.
El material del libro está organizado de acuerdo con un criterio geográfico, aprovechando que cada entrada se relaciona con alguna de las múltiples islas que pueblan los mares de Grecia. La primera parte está dedicada a las islas del Egeo, la segunda a las del Jónico y la tercera al Peloponeso, que al fin y al cabo es una isla, no sólo por su etimología, sino también físicamente desde que el canal de Corinto lo separa de la Grecia continental.
La autora confiesa en varias ocasiones su pasión por las islas, a las que se aproxima con afán de coleccionista, aunque no baste con una sola visita para desvelar todos sus secretos.
Yo soy coleccionista de islas griegas y si en algún momento vislumbrara la posibilidad de finalizar mi colección, ¿qué haría?, pues volver a empezar por la primera, porque en cada visita son inexplicablemente diferentes, como los naipes de los trileros.
Es necesario volver una y otra vez a la misma isla si quieres que llegue finalmente a abrirse como una granada madura para mostrarte sus frutos más dulces. Si solo la visitas en una ocasión, es posible que la encuentres aún verde.
Se equivocará quien pretenda encontrar en el libro una guía exhaustiva de las islas visitadas. El lector no hallará descripciones detalladas de paisajes, pueblos pintorescos, ruinas o museos. Esta ruta evita a propósito los lugares más frecuentados por el turismo. A cambio tendrá el privilegio de atracar en islas minúsculas, habitadas por una pareja apartada del mundo o por un pope centenario. Rememorará la historia de amor de María Callas en la isla de Skorpios. Asistirá a un concierto de la diva en la vecina Lefkada, en el que un joven pianista de 18 años lucha por mantener a raya sus nervios. Recorrerá las islas del golfo Sarónico saltando de taberna en taberna. O sencillamente se dejará arrastrar por el cúmulo de sensaciones que puede llegar a suscitar un plato de aceitunas, degustado en un pequeño puerto del Peloponeso. Partiendo de un recuerdo, una breve anécdota o una conversación, la autora va construyendo a retales su particular visión de Grecia.
Aparte de paseos y paisajes, a mí me gustan más las anécdotas y conversaciones, porque dibujan con pinceladas gruesas el conjunto de una acuarela que es en el fondo el poso que nos dejan los viajes.
La última parte del libro está dedicada a la isla de Lefkada (Leúcade por su nombre clásico), en especial al pueblo donde la autora compró y rehabilitó una vivienda para convertirla en su hogar en Grecia. Las historias relacionadas con la casa y con sus singulares vecinos de Evgiros se encuentran entre las más suculentas del libro. Especialmente memorable es el diálogo platónico que mantiene con el electricista, el fontanero y el albañil para intentar conseguir que se pongan de acuerdo y terminen de una vez por todas la obra. En estas páginas Ana Capsir despliega sus dotes narrativas para acercarnos a personajes tan entrañables como Vangelis, el pescador que busca una novia que no esté muy gorda; Ioanna, la panadera que hornea el pan como si de un ritual mágico se tratara; Takis, el mecánico desastrado, capaz de encontrar una solución a casi cualquier problema; o las taberneras, confidentes y amigas Vula y María. Ellos son los verdaderos héroes del libro, los griegos que no dejan de sorprendernos por su naturalidad, por su forma peculiar de disfrutar de la vida y por su capacidad de autogestión para salir adelante incluso en las circunstancias más adversas.
Pocos peros se le pueden poner al libro, aparte de algún despiste ocasional por hacer referencia a una foto o canción que aparecían en el blog, pero que aquí se omiten. Aliquando bonus dormitat Homerus, como dijo el poeta. Más llamativos son algunos deslices en la acentuación, que se podrían haber subsanado con un buen trabajo de corrección de pruebas por parte de la editorial. Sin embargo, Ediciones Casiopea se gana inmediatamente nuestra indulgencia por el mimo que pone en el envío del libro, cuidadosamente envuelto, atado con un cordel y con una invitación a viajar.
Y es que el libro de Ana Capsir es un auténtico regalo para todos los amantes de Grecia, con páginas a la altura de lo mejor que se haya escrito en español sobre este país. Después de leerlo nos quedamos como esos gatos de un puerto de las Espóradas, congregados en el muelle olfateando el rastro que deja un delicioso guiso de calamares mientras la Maga se adentra en el mar.
La mayoría de las imágenes que ilustran esta entrada están tomadas del blog de la autora, Navegando por Grecia, donde se pueden seguir degustando nuevas historias.