Acabo de leer Símbolos solubles, una antología de la poetisa griega Kikí Dimulá publicada por Ediciones Linteo de Orense. La selección de los poemas y la traducción al español corren a cargo de Nina Anghelidis, con la colaboración de Juan Antonio González Iglesias, responsable también de la introducción.
Kikí Dimulá es una de las voces más personales y reconocidas de la poesía griega, traducida a varios idiomas y galardonada con diversos premios (Premio Nacional de Poesía de Grecia y Premio Europeo de Literatura 2007). Nació en Atenas en 1931 y sus primeros poemarios se remontan a los años 50. En esa época contrajo matrimonio con otro poeta, Azos Dimulás, muerto en 1985. En la presente antología se recogen 29 poemas de la autora, que van desde Lo poco del mundo (1971) hasta Nos hemos trasladado al lado (2007).
Es Dimulá una poetisa de lo cotidiano, de lo pequeño. Objetos o situaciones aparentemente insignificantes (unos juguetes infantiles, una caja con fotografías, unas mujeres limpiando el polvo, un cabrito que se asa en el horno el día de Pascua) adquieren significados y connotaciones nuevas y sirven para ilustrar los temas principales de su poesía: la ausencia, el tiempo, el recuerdo... La propia autora reconoce este gusto por lo sencillo y lo pequeño en uno de los poemas recogidos en la antología, Voz en las calles vacías:
Mi voz es baja, se mantiene apartada
como el conocimiento, como el miedo,
tiene la misma intensidad de lo débil,
igual sonoridad que el silencio.
Se empapa en lo cotidiano, en lo pequeño
y se autoinmola todos los días.
Este es su grito interior,
su escalofrío irritado,
su maldición en verso a lo inconmensurable,
su desvelo
junto a los quejidos de los fuertes dramas,
su taimado y menudo empujón
al muy antiguo, omnipotente Así.
Otra característica de la poesía de Dimulá es la forma en la que utiliza el idioma, llevando al extremo la fuerza de las metáforas y alcanzando un gran vigor expresivo bajo una aparente sobriedad. Como muestra de la obra poética de Dimulá ofrecemos uno de los poemas recogidos en el libro, el titulado En el pequeño cofre:
Dos, tres fotografías,
relativamente recientes,
las he colgado
junto a mis trajes clásicos
así las encuentro con facilidad.
Las viejas
las he dejado olvidadas
en un pequeño cofre
pintado por fuera
con uvas de Dioniso.
Alguna vez me lo regalaron
unas viñas amigas.
Revuelvo. Necesité con urgencia
el certificado de un mar
es imposible saber cuándo y dónde
se hundió.
Desciendo al fondo
busco, penetro en los naufragios
Dios mío cuántos de mis rostros
me encuentro pegados como caracolas
en los ojos de buey empañados;
poco a poco los subo
los apilo sobre la cubierta, a plena luz
me sumerjo de nuevo
llevo a la superficie
otros de mis rostros
¡increíble, mirad, cuántas veces!
o sea no es tan corta
la vida, como decimos
pero aunque fuese corta
una razón de más
de jactarme, cuántas veces
dentro de una vida tan corta
llegué a morir.
¡Y tan fotogénica!
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