El poeta valenciano Juan Vicente Piqueras obtuvo con este libro el prestigioso Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe en su pasada edición. Como es habitual, las obras premiadas son publicadas por la editorial Visor en su colección de Poesía. Juan Vicente Piqueras trabaja como profesor para el Instituto Cervantes. Ha vivido en Francia, Italia y Grecia y actualmente reside en Argel.
Los poemas que componen este libro surgen de las vivencias del autor durante los años que pasó en Atenas. En los tres primeros poemas, Víspera, Travesía nocturna y Muda danza, el poeta nos habla de su partida desde Italia, el viaje en barco hasta Grecia y su instalación en un piso del barrio ateniense de Exarjia. Al final encontramos otros tres poemas, Metáforas, Adios Atenas y Gracias, que cierran el círculo con los preparativos de una nueva partida:
Habrá que irse de Atenas lo mismo que llegamos
de repente y sabiéndolo
metiendo todo en cajas destempladas
hacer otras metáforas la música a otra parte
y cambiar de país de paisaje de piel
Los lugares son dioses anteriores
Quién sabe qué me espera al despertar
de repente y sabiéndolo
metiendo todo en cajas destempladas
hacer otras metáforas la música a otra parte
y cambiar de país de paisaje de piel
Junto a estos poemas, que confieren a la obra su marco espacial y temporal, podemos distinguir en el libro varios temas o hilos argumentales. El primero de ellos es el poder evocador del paisaje griego, de los restos del pasado y de las obras conservadas en los museos. Una idea recurrente aparece formulada en el poema Delfos:
Los lugares son dioses anteriores
a los dioses
En poemas como Areópago, Perdices, El burro de Kea, Un instante o Prueba el autor nos transmite la magia del instante, el detalle marginal del paisaje y la fuerza que emana de los lugares del mito. Por momentos nos recuerda a Enrique Badosa, otro poeta que a finales de los 70 compuso Mapa de Grecia, una inolvidable guía poética del país heleno.
Otro de los temas que convergen en el libro de Juan Vicente Piqueras es la revisión de los mitos clásicos. Así, en Testimonio del gaviero, uno de los compañeros de Odiseo critica la presunción de su rey en el episodio de las Sirenas y le recrimina su tardanza en regresar a Ítaca. En Asterión agoniza, uno de los poemas más hermosos del libro, el Minotauro confiesa su amor por Ariadna antes de pronunciar sus últimas palabras:
Quién sabe qué me espera al despertar
de este sueño feliz que ahora me rinde.
También la realidad de la crisis griega, que el autor ve desplegarse en toda su crudeza durante sus años de estancia en Atenas, tiene cabida en el libro. La imagen de la ceniza (lo que queda de lo que ya no queda, / de lo ido y lo ardido) se repite como leitmotiv en poemas como Limosna y, por supuesto, Cenizas, dedicado a Luis Eduardo Aute y a su canción Atenas en llamas.
En algunos poemas se observa cierto tono sentencioso, con versos lapidarios que se acercan al aforismo. El autor parece evocar el estilo de las máximas de Heráclito, que le sirve de inspiración para Lágrimas distintas y al que menciona expresamente en Calles de Atenas:
Y aunque sé que nadie puede
cruzar dos veces la misma calle,
yo cruzaba dos veces cada día
la calle Heráclito.
Otra característica del estilo de Juan Vicente Piqueras es el gusto por los juegos de palabras, en el que se muestra deudor de su maestro Carlos Edmundo de Ory. Así, la mudanza del autor a su piso de Exarjia es presentada como muda danza. El propio poeta, sentado bajo una higuera frente al mar, se convierte en higo pródigo. El adverbio ayer se conjuga como infinitivo del verbo ay. El poema Gracias de Grecia es el máximo exponente de estos juegos verbales, donde se mezclan los cretinos de Creta con los borrachos de Beocia y las arcas y los días de la Arcadia.
Juan Vicente Piqueras consigue con Atenas un libro redondo, en el que se entrelazan armoniosamente diversos tonos y motivos. Su poesía resulta accesible y llena de hondura y lirismo, sin necesidad de ser oscura. Es una escritura atenta a los detalles, en la que el aliento poético se eleva desde lo cotidiano. Con su lectura disfrutarán sin duda los degustadores de buena poesía y, especialmente, los amantes de Grecia. Para terminar ofrecemos como muestra el poema Un Instante:
Al lado de una ermita y un hotel, frente al mar,
frente al azul del mar que el viento limpia,
el meltemi que agita las hojas de la higuera,
la bandera, los pinos y las páginas
de este cuaderno, escribo este momento.
Y soy, lo sé, esta higuera, estoy en ella,
soy su fruto caído, un higo pródigo,
soy su tronco que es ahora mi trono,
un molino de viento ya sin aspas ni techo,
un hotel, una ermita, una bandera
sin país, blanca, soy lo que no soy,
el viento que amenaza con llevarse
estas palabras de una sola ráfaga.
Soy sólo aquí y ahora
y lo que no me atrevo aquí y ahora
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